Cartas al director

Fue asonada

No sé por qué nos ha privado de Martín Prieto a la hora de culminar la historia del elefante blanco en los salones venerados del Tribunal Supremo. Inmenso error. Martín Prieto había sintonizado, con exactitud y penetración ejemplares, con el caso. Nada fácil ni la empatía lograda ni su perfecta transmisión escrita.Y uno de los efectos (y defectos) derivados de esa privación a que nos ha sometido es el de que el cronista actual, primero, y una habitualmente muy afinada columnista de EL PAIS, luego, se han empeñado en achacar a no sé qué abogado defensor el raro vocablo -que nos am...

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No sé por qué nos ha privado de Martín Prieto a la hora de culminar la historia del elefante blanco en los salones venerados del Tribunal Supremo. Inmenso error. Martín Prieto había sintonizado, con exactitud y penetración ejemplares, con el caso. Nada fácil ni la empatía lograda ni su perfecta transmisión escrita.Y uno de los efectos (y defectos) derivados de esa privación a que nos ha sometido es el de que el cronista actual, primero, y una habitualmente muy afinada columnista de EL PAIS, luego, se han empeñado en achacar a no sé qué abogado defensor el raro vocablo -que nos amenaza con consagrarse- de sonada para definir la intentona de golpe de Estado encabezada por Milans (y, al decir del fiscal general, por Armada).

No estoy, ni en lo más mínimo, de la parte de esos abogados. Pero tengo la certeza casi completa de que ninguno de ellos usaría sonada (en desuso, por son o sonido), sino, muy probablemente, el muy clásico y castizo de asonada, con que de siempre la Prensa han designado los tumultos provocados con la finalidad de conseguir un objetivo político mediando la violencia.

Y, desde luego, que lo de Anto-

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