Haydn, como recuerdo y herencia de Markevtich

El lunes pasado murió, en Antibes, Igor Markevitch, quien, unas semanas antes, había dirigido por última vez la Sinfónica de RTVE, su orquesta, como él la llamaba. "Guardo un emocionado recuerdo de mi última estancia en Madrid", me escribía desde Tokio poco después. Y ahora la memoria gel maestro y el amigo se toma entrañable y difusa lejanía. La Sinfónica de Radiotelevisión conservará durante mucho tiempo la huella del estilo mar kevitchiano, la impresión de sus ataques fustigantes, la vibración de su ideal sonoro. Es lógico que, en el último concierto, consagrado a Joseph Haydn, un fa...

El lunes pasado murió, en Antibes, Igor Markevitch, quien, unas semanas antes, había dirigido por última vez la Sinfónica de RTVE, su orquesta, como él la llamaba. "Guardo un emocionado recuerdo de mi última estancia en Madrid", me escribía desde Tokio poco después. Y ahora la memoria gel maestro y el amigo se toma entrañable y difusa lejanía. La Sinfónica de Radiotelevisión conservará durante mucho tiempo la huella del estilo mar kevitchiano, la impresión de sus ataques fustigantes, la vibración de su ideal sonoro. Es lógico que, en el último concierto, consagrado a Joseph Haydn, un favorito de Markevitch, el director español que más ligado estuvo al maestro de Kiev, Odón Alonso, le dedicase unas palabras -en nombre de todos, orquesta, coro y público- antes de interpretar el coral Oh cabeza ensangrentada, de La Pasión según San Mateo. En cuanto a Las estaciones, el gran oratorio haydniano junto a La creación, constituye una honda suma de cuantas invenciones fue capaz el llamado "padre de la sinfonía".Estos grandes frescos haydnianos, en los que la importancia de los solistas, el coro y la orquesta aparecen equilibrados, en los que al recitativo, el aria y el coro-contemplativo o de acción- se añade la presencia de la canción popular, tuvo el sábado una versión de subidos méritos. Odón Alonso -ya se sabe- es un expresivista y como evita el exceso, su estilo conviene bien a una obra como Las estaciones.

La soprano Sheila Armstrong es de todo punto admirable, como voz y como música, cualidades que le valieron, en 1965, el Premio Kathelin Ferrier y que conserva en plenitud. Con la cantante inglesa armonízaron su trabajo el admirable tenor ncozelandés Keith Lewis y el bajo de Francfort Harald Stamm, de tan atractivo color como buena técnica. El trío de ases, el Coro de RTVE, dirigido por Pascual ortega, en una brillante actuación; la flexible orquesta y su director, Odón Alonso, consiguieron no sólo resultados de calidad, sino hacer de Las estaciones lo que son: un hecho de cultura. El público reaccionó con largas ovaciones.