Tribuna:

Ciencia y ficción en las causas del síndrome tóxico, una reflexión personal / 1

Estamos ante un problema eminentemente científico en el que se entremezclan la política y la ficción, precisamente en razón a una absurda politización del origen, que todavía pervive, en lo que algunos consideran la línea oficial y la línea alternativa (léase de oposición) de investigación epidemiológica y toxicológica. Esta confusa situación se ha visto agravada por la extremada cautela -comprensible desde la grotesca experiencia del bichito- por parte de aquellas instituciones o personas a las que se les supone la capacidad y voluntad para emitir opiniones científicas válidas, ...

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Estamos ante un problema eminentemente científico en el que se entremezclan la política y la ficción, precisamente en razón a una absurda politización del origen, que todavía pervive, en lo que algunos consideran la línea oficial y la línea alternativa (léase de oposición) de investigación epidemiológica y toxicológica. Esta confusa situación se ha visto agravada por la extremada cautela -comprensible desde la grotesca experiencia del bichito- por parte de aquellas instituciones o personas a las que se les supone la capacidad y voluntad para emitir opiniones científicas válidas, y por las tantas veces denunciadas insuficiencias de profesionalización (cualitativa y cuantitativa) de la epidemiología y la toxicología en nuestro país. De esta manera han podido proliferar dictámenes, que no hipótesis de trabajo, de lo más heterogéneo y peculiar. Algunos de ellos, como es el caso de los metales pesados procedentes de ciertas sartenes o la contaminación de una partida de aceite comestible por el herbicida Paraquat, fueron sustentados desde el prestigio de la cátedra o la jerarquía política y profesional. Otros, los más, procedían de un bienintencionado amateurismo toxicológico, como aquella historia que remitía las causas del síndrome tóxico a la presencia de aflatoxinas en el aceite de colza, o la que incrimina a una partida de aceite de pepita de uva contaminada por aspergilos, y aquella otra versión -sustentada por ciertos consejeros de la acusación particular del sumario de la colza- que establece las causas del mal en. los aceites fraudulentos ricos en polidesaturados y enranciados. No puede faltar en este recuento apresurado una mención especial a los tomates contaminados por organofosforados, perseverantemente perseguidos por el doctor Muro y colaboradores, y a los que me referiré con más detalle en lo que sigue.Historias todas ellas bien pergeñadas, con un considerable grado de coherencia interna, expuestas con una vehemencia y sapiencia irresistibles para el profano, y que todavía hoy disfrutan del beneficio de las dudas hamletianas acerca del verdadero significado toxicológico de las anilidas de ácidos grasos, que, como se sabe, constituyen el elemento extraño mayoritario en el aceite de colza desnaturalizado con anilina tras las operaciones de refinado. Porque frente a las truculentas historias que se pueden construir con los organofosforados, el Paraquat o los metales pesados, en base a lo que dicen los tratados de toxicología, las anilidas grasas aparecen, como la buena Caperucita del cuento, ausentes de los catálogos de sustancias peligrosas y desconocidas, para todos los efectos, desde el punto de vista toxicológico, farmacológico o metabólico. Y, sin embargo, o precisamente por ello, las anilidas han sido las únicas, de entre todos estos potenciales agentes causales, que han sido estudiadas con la sistemática de la observación y experimentación que constituyen las bases del método científico. Fuera de éste no hay más que conocimiento mítico, místico, o charlatanería de feria. Pero, antes de entrar en la consideración de las conclusiones más relevantes que se pueden deducir de las investigaciones sobre las anilidas, parece conveniente pasar revista a algunos elementos epidemiológicos y toxicológicos que en su día justificaron la iniciación de ese tipo de estudios.

La investigación epidemiológica

Las claves para lo que se ha convenido en llamar la línea oficial (aceites fraudulentos conteniendo colza desnaturalizada con anilidas) y la línea alternativa (los tomates presuntamente contaminados por organofósforados) de investigación epidemiológica aparecen claramente dibujadas en las sucesivas encuestas realizadas en Las Navas del Marqués (desde el 27 de mayo hasta el 4 de agosto de 1982) por el equipo dirigido por el doctor Rigau, epidemiólogo del Servicio de Salud Pública estadounidense. Sus resultados permitieron establecer la existencia de una 'fórtísima asociación estadística" entre presencia de la enfermedad y el consumo de aceite clandestino distribuido por "uno" de entre los varios vendedores ambulantes. El otro factor de riesgo, repetidamente encontrado en esta encuesta, era el mayor consumo de aceite crudo en ensaladas y verduras entre la población enferma en relación a los controles sanos.

Aunque este tipo de encuestas retrospectivas se realizó en condiciones desfavorables, puesto que muchos encuestados ya habían oído acerca del posible papel etiológico del aceite clandestino y los encuestadores conocían de antemano quienes eran los casos y quiénes los controles, lo cierto es que la significación estadística de los resultados era muy elevada y con mínimas posibilidades de aleatoriedad. Como señalan J. F. Catalá y colaboradores (en ponencia sobre epidemiología del síndrome tóxico presentada en el simposio nacional en junio de 1982), no existen prácticamente casos de síndrome tóxico confirmado entre personas no consumidoras de aceites clandestinos. Sin embargo, sí aparecen. algunos casos diagnosticados de síndrome tóxico entre familias que niegan haber ingerido este tipo de aceite. Estas excepciones no son fáciles de interpretar con criterios exclusivamente estadísticos, puesto que hay que considerar también el drama íntimo del ama de casa de las familias afectadas, que es quien testifica regularmente acerca del tipo de aceite consumido en la casa, sobre la que gravita el sentimiento de culpa y la vergüenza de haber comprado aquel "aceite de oliva" tan barato, junto con las posibles recriminaciones familiares por los enfermos habidos. Como revelan los estudios de la unidad de seguimiento de Alcorcón, más del 50% de las familias afectadas que habían negado consumir aceite clandestino se desdijo en entrevistas ulteriores. Esta interpretación psicologista explicaría -a mi entender- la facilidad con que el doctor Muro obtiene sus confesiones (según un testigo presencial, las actuaciones de Muro en las entrevistas se corresponden mejor con un hábil interrogatorio policial) acerca del consumo de determinados tomates en determinados días de mayo de 1981, puesto que el "tomate venenoso", indistinguible de los sanos, exculparía de alguna manera al que lo compró.

Pero quizá donde este debate entre aceite y tomate tóxicos se resuelve mejor es en la encuesta realizada el 20 de enero de 1982 por los doctores Mata y Catalá, de la Subdirección de Programas de Salud, en el convento de la Santa Cruz, en Casarrubias del Monte. Pueblo este que tiene la triste fama de ser el natalicio de los hermanos Ferrero (de Raelca) y lugar de avecindamiento de 41 vendedores ambulantes de los aceites Raelca. En esta comunidad cisterciense de la Santa Cruz vivían veintitrés monjas, de las cuales una falleció, diecinueve fueron diagnosticadas de síndrome tóxico y tres no presentaton síntoma alguno de esta enfermedad. Pues bien, lo que llama la atención de esta encuesta es que las tres monjas sanas se diferenciaban de las enfermas por tomar pocas ensaladas (cuyo aliño era común para todas las comensales), no poner aceite en los hervidos de verduras y tomar los tomates (cuyo aliño era discrecional para cada comensal) sin aceite. Añadamos que, según este testimonio, el aceite empleado para el aliño (individual o colectivo) era un "aceite de oliva" comprado a Raelca en la primera decena de febrero de 1981. Desgraciadamente, no quedaba ni rastro de este aceite cuando se reclamó para fines analíticos y experimentales.

Angel Pestaña es coordinador del programa del CSIC para el estudio del síndrome tóxico.

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