Relevo en el Kremlin

Miles de policías y soldados controlan Ios alrededores de la capilla ardiente en la que reposa Leónidas Breznev

Unos diez controles de policía y ejército hay que cruzar para acercarse hasta la sala de columnas de la Casa de los Sindicatos de Moscú, donde ayer, a la una de la tarde, fue abierta la capilla ardiente de Leónidas Breznev. Todo el centro de la ciudad se encontraba cerrado al tráfico. En la plaza Pushkin -lugar de cita predilecto de los grupúsculos disidentes- se ordena la cola, que avanza disciplinada unos quinientos metros hasta llegar al viejo palacio burgués que hoy da cobijo al cadáver del líder.

No hay margen para la espontaneidad. Varios miles de policías y soldados controlan...

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Unos diez controles de policía y ejército hay que cruzar para acercarse hasta la sala de columnas de la Casa de los Sindicatos de Moscú, donde ayer, a la una de la tarde, fue abierta la capilla ardiente de Leónidas Breznev. Todo el centro de la ciudad se encontraba cerrado al tráfico. En la plaza Pushkin -lugar de cita predilecto de los grupúsculos disidentes- se ordena la cola, que avanza disciplinada unos quinientos metros hasta llegar al viejo palacio burgués que hoy da cobijo al cadáver del líder.

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No hay margen para la espontaneidad. Varios miles de policías y soldados controlan el centro de la capital. La mayor parte de las personas que se disponen a pasar frente al féretro de Leónidas Breznev vienen formando sólidos grupos desde sus centros de trabajo.En algún momento, los vigilantes voluntarios del partido auxilian en su tarea al ejército y a la policía. Nadie llora, y los rostros serios de los transeúntes parecen obedecer -como todo lo demás- a algo cien veces repetido.

"De tres en tres.... de tres en tres", insiste de cuando en cuando algún miliciano (policía), que trata de ordenar aún más el ya de por sí ordenadísimo paso de las personas que forman parte de la cola.

Y, efectivamente, todos van de tres en tres. Guardando un metro de distancia con la fila anterior y con un paso casi militar. Un cordón de soldados se alinea a lo largo de todo el recorrido de la cola. La existencia de este cordón, a un lado, y la pared, al otro, da mayor sensación de orden a la formación.

Orden castrense

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Este orden casi castrense que se impone en los accesos a la capilla ardiente parece todo un símbolo de ese proceso de solidificación de la Revolución de Octubre emprendido por el viejo líder, que hizo primar el orden sobre el entusiasmo y el ritmo sobre la espontaneidad.La visita a la capilla ardiente no se diferencia mucho de las manifestaciones del aniversario de la revolución o del Primero de Mayo: se acude en grupo con los compañeros de trabajo, una gran vigilancia impide cualquier cosa imprevista y todo parece obedecer a gestos ensayados. Un ambiente casi religioso facilita la conclusión del rito. Al entrar a la Casa de los Sindicatos se respira un profundo olor a flores. Toda la planta baja está llena de coronas. Marchando a buen ritmo, los que desfilan en la cola escuchan, como en un susurro, las órdenes de un miliciano que insiste: "De tres en tres.... de tres en tres".

Los espigados soldados del destacamento del Kremlin -los mismos que, cada hora, efectúan el espectacular relevo de la guardia en el mausoleo de Lenin de la plaza Roja- guardan las escaleras que ascienden hasta la sala de columnas.

Arañas con tul negro

Las arañas que cuelgan del techo han tenido que esconder su brillo en señal de luto, y se encuentran cubiertas por tules negros; las paredes, tapadas por banderas rojas, que, a su vez, ocultan la mitad de su superficie con paños también negros. Llegando a la sala de columnas comienza a escucharse la música fúnebre. Tres orquestas se turnan en esta tarea. La que toca en este momento está en una balconada que se alza sobre el salón, cuyas barandillas cubren más banderas. Este anonimato y un ligero eco añaden cierto aire misterioso al ambiente.En medio de todo, el ataúd de Leónidas Breznev; a un lado, varias hileras de bancos acogen a los enlutados miembros de su familia; a sus pies, casi el centenar de condecoraciones que recibió en vida; en los demás flancos, más flores y banderas.

Los visitantes siguen pasando a paso ligero y casi no tienen tiempo de ver su rostro: blanco y chupado por la muerte. El rito se cumple pronto.

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