Tribuna:

Mirada entre dos épicas

La película Demonios en el jardín vuelve sobre la primera posguerra mostrando, sin abusar del dato político, la España del luto y el hambre, y la España de la eufórica victoria a través de la crónica sentimental de una familia que hace carrera con el estraperlo: retrato en el que adquieren un especial protagonismo la matriarca, poder casi feudal, la joven madre abandonada por el segundón, y la esposa del delfín, condicionadas por referencias institucionales (El jardín) y afectivas (el amor de las jóvenes por el mismo hombre y los fantasmas que proyectan las tres por...

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La película Demonios en el jardín vuelve sobre la primera posguerra mostrando, sin abusar del dato político, la España del luto y el hambre, y la España de la eufórica victoria a través de la crónica sentimental de una familia que hace carrera con el estraperlo: retrato en el que adquieren un especial protagonismo la matriarca, poder casi feudal, la joven madre abandonada por el segundón, y la esposa del delfín, condicionadas por referencias institucionales (El jardín) y afectivas (el amor de las jóvenes por el mismo hombre y los fantasmas que proyectan las tres por Juanito, un heredero casi galdosiano).Con ironía y humor aplicados como salida de soluciones en conflicto, Manuel Gutiérrez Aragón acorta las distancias no ofreciendo respuestas, sino planteando preguntas desde la mirada de un niño nacido de madre despojada y arrebatado, como inversión de la derrota.

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Pues la mirada del niño, lugar desde donde se narra, ha venido de la violencia y la desposesión; se había anticipado en la tremendista irrupción del toro familiar durante el casamiento del delfin y en las escenas de soledad de la joven, enlutada madre, que arrastraba su carro por la cuesta de la injusticia, y se muestra tenaz en el viaje al encuentro del antiguo orden, el padre, al que idealiza y a quien, sin embargo, acabará tierna y amargamente desmitificando y delatando.

Y es esa mirada -a veces de salvaje ironía- que contempla la caída de los mitos testigo de posesión y de alianza. Posesión por el niño y los suyos de ese nuevo palacio de invierno, una vez apretado por la burguesía el gatillo que acabe con la perpetuación del viejo orden. Alianza de pueblo y burguesía plasmada en el abrazo de las jóvenes, aunque el pueblo sabe ("luego todo se jeringa") que sólo de la madre ha de nutrirse el niño para la nueva épica.

A pesar de la historia, no es esta una película que dé respuestas, repito. En ella la ambigüedad asoma como posibilidad de apertura, como valor, y hay que reconocer que en esta ocasión la ambigüedad de la mirada produce un efecto mayor de libertad.

es crítica de literatura.

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