Tribuna:

Un congreso a la medida de Deng Xiaoping

El principio leninista "dos pasos adelante y uno atrás" lo ha aplicado en beneficio propio el hombre fuerte de China, Deng Xiaoping, para conseguir un consenso sobre la reforma económica y la aprobación de su plan de rejuvenecimiento de los cuadros, con el alejamiento de la vieja guardia, siempre reticente con las innovaciones y que obstaculizó en estos últimos años algunas de sus ideas.Desde el definitivo afianzamiento de Deng, en 1978, al frente de China, su meta era la de conseguir un rápido desarrollo. Para ello requería la reforma de principios inmutables durante el maoísmo,...

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El principio leninista "dos pasos adelante y uno atrás" lo ha aplicado en beneficio propio el hombre fuerte de China, Deng Xiaoping, para conseguir un consenso sobre la reforma económica y la aprobación de su plan de rejuvenecimiento de los cuadros, con el alejamiento de la vieja guardia, siempre reticente con las innovaciones y que obstaculizó en estos últimos años algunas de sus ideas.Desde el definitivo afianzamiento de Deng, en 1978, al frente de China, su meta era la de conseguir un rápido desarrollo. Para ello requería la reforma de principios inmutables durante el maoísmo, como la estricta planificación centralizada, la política comunal agraria y la paz interna, sin los fraccionalismos heredados de la tumultuosa etapa de la revolución cultural.

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Para llevar a cabo todo ello, requería, además, un equipo gobernante de entera confianza y un partido sin resquemores hacia la política de las cuatro modernizaciones. Lo primero lo consiguió con el encumbramiento en los dos últimos años de Hu Yaobang al frente del partido y de Zhao Ziyang como jefe de Gobierno. Lo segundo lo ha obtenido en el XII Congreso del PC Chino.

La pacificación plasmada en el congreso que ha finalizado en Pekín es producto de una medida política de depuraciones basada ideológicamente en el ataque a los rebeldes que resultaron cómplices del ala radical del partido (la banda de los cuatro) y, funcionalmente, en el rejuvenecimiento de los cuadros, que separó del poder en el último año a unos 49.000 burócratas, gran parte de los cuales estaban reconocidos a la revolución cultural, que les proporcionó sus puestos.

Esta política de depuraciones no tuvo una sola dirección, sino que Deng, basándose en la necesaria tranquilidad social para emprender la modernización, fue inmisericorde con las tendencias de oposición fuera del partido, olvidando que éstas fueron su mejor aliado durante los meses que duró su combate contra la banda de los cuatro".

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Depuraciones

Resultaba demasiado crudo aceptar las corrientes democratizadoras de la sociedad, que se reflejaron en la llamada primavera de Pekín de 1980. También el Ejército jugó su papel al oponerse a una explosión incontrolada de reivindicaciones políticas.

Pero la gran discusión entre la línea tecnocrática ole Deng Xiaoping y los dirigentes respetuosos con las grandes líneas de Mao Zedong se centró en la reforma de los mecanismos económicos y la política de puertas abiertas para la inversión extranjera, impensable en los tiempos del gran timonel.

El principio de una gran descentralización preconizado por el primer ministro Zhao Ziyang y la abolición de las comunas populares -que pasaba por ser la innovación revolucionaria intocable de Mao- tuvo su contrapeso en el mantenimiento de la planificación, esencia del socialismo, según declaraciones del vicepresidente Chen Yun en plena marea de reformismo.

La puesta en marcha de esta combinación, descentralización reforma agrícola-planificación, recae en tres hombres respectivamente, el primer ministro Zhao y sus viceprimeros ministros Wan Li y Yao Yilin.

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