Crítica:CINE

Falsa denuncia

Un policía norteamericano trabaja en la frontera con México. Su misión: impedir que los emigrantes entren clandestinamente en Estados Unidos. Trabajo simple, monótono, mal remunerado; el policía protagonista sufre con su caprichosa esposa, que no cesa de comprar caros y exóticos objetos. Es inevitable, pues, que se sienta tentado por la corrupción. Otros policías permiten la entrada de los emigrantes que saben sobornarlos. ¿Por qué él no?La frontera se inscribe, pues, en un cierto cine de denuncia, que en los años treinta, bajo la presidencia de Roosevelt, adquirió su máximo interés. Má...

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Un policía norteamericano trabaja en la frontera con México. Su misión: impedir que los emigrantes entren clandestinamente en Estados Unidos. Trabajo simple, monótono, mal remunerado; el policía protagonista sufre con su caprichosa esposa, que no cesa de comprar caros y exóticos objetos. Es inevitable, pues, que se sienta tentado por la corrupción. Otros policías permiten la entrada de los emigrantes que saben sobornarlos. ¿Por qué él no?La frontera se inscribe, pues, en un cierto cine de denuncia, que en los años treinta, bajo la presidencia de Roosevelt, adquirió su máximo interés. Más tarde, la guerra fría fue manipulando el género hasta desposeerlo de sinceridad. Hoy sólo queda ya una ligera imitación de aquella primera época.

La frontera

Director. Tony Richardson; guión: Eric Washburn, Walon Green y David Freeman; fotografía: Ric Waite; música: Ry Cooder; intérpretes: Jack Nicholson, Harvey Keitel, Valerie Perrine, Warren Oates. Norteamericana, 1981. Locales de estreno: Gran Vía y El Españoleto.

Las películas suelen comenzar con un enunciado agresivo para reducir luego el mensaje final al más reaccionario conformismo. Tony Richardson repite esta fórmula: hay, sí, algunos hombres corruptos, pero la honradez vence siempre en la batalla. Y quiere demostrarlo con una película confusa, de narración entrecortada, con múltiples secuencias inútiles: la que inicia la película, por ejemplo, un terremoto, no aporta dato alguno y está resuelta con torpes temblores de cámara. No hay creatividad, no ofrece información.

Los personajes, por su parte, son de cartón piedra. El protagonista, víctima de su mala conciencia, es el más complejo y se perfila sólo en tonos vagos, a los que Jack Nicholson aporta su inevitable histrionismo, más comedido, sin embargo, que en ocasiones recientes.

A la debilidad base de La frontera se añade la irregularidad del doblaje castellano, empeñado otra vez en que las películas bilingües dejen de serlo. La dificultad de comunicación entre policías y mexicanos no se comprende con facilidad. Los dobladores, no obstante, han regateado sus voces en alguna secuencia mexicana con lo que la mezcla de lenguas se hace tan rara e inútil como la película toda.

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