Crítica:CINE

Como en la censura franquista

Hay películas destinadas preferentemente a espectadores jóvenes que, sin embargo, pueden ser abortadas por la censura si ésta autoriza su exhibición sólo para públicos adultos. ¿Qué hacer entonces? En algunos casos, la decisión censora es irrevocable. En otros, admite enmiendas: basta con suprimir una secuencia por aquí, deformar un diálogo por allá, para que el resultado quede a gusto de los señores censores. No suele importar demasiado que los espectadores paguen para ver una película completa.Paradise, que basa su único interés en la historieta amorosa de dos adolescentes perdidos en...

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Hay películas destinadas preferentemente a espectadores jóvenes que, sin embargo, pueden ser abortadas por la censura si ésta autoriza su exhibición sólo para públicos adultos. ¿Qué hacer entonces? En algunos casos, la decisión censora es irrevocable. En otros, admite enmiendas: basta con suprimir una secuencia por aquí, deformar un diálogo por allá, para que el resultado quede a gusto de los señores censores. No suele importar demasiado que los espectadores paguen para ver una película completa.Paradise, que basa su único interés en la historieta amorosa de dos adolescentes perdidos en un desierto, omite, en la versión española, precisamente aquellos planos que ilustraban con algún detalle el tan publicitado, encuentro erótico. Desde el largo inicio, del filme, el espectador ya sabe que nada importan las elementales aventuras de los protagonistas ni las presuntas gracietas de dos chimpancés, que ocupan buena parte del metraje, ni mucho menos, la obsesión que tiene un perverso árabe por poseer a la joven inocente. Sólo se espera el momento. Es un retorcido suspense basado en la represión.

Paradise

Guión y Dirección: Stwart Gillard. Fotografía: Adam Groemberg Música: Paul Hoffert. Intérpretes: Willie Aames, Phoefe Cates, Tuvia Pavi, Richard Turnock, USA, 1981. Amor. Locales de estreno: Lope de Vega, Benlliure, Juan de Austria.

Saltos de imagen

Pero cuando en los últimos minutos de la película ese momento llega, la sorpresa del espectador es tan fuerte que apenas puede expresarse. Todo ocurre en un momento, con tan evidentes saltos en la imagen, que hasta se prolongan a la banda sonora; la cumbre queda entrecortada, disminuída, incomprensible, es decir, como en los famosos tiempos de la censura franquista. Ni siquiera los nuevos (¿nuevos?) censores se han molestado en exigir integridad. en el sonido, como hacían en la última época de su terrorífica historia; aprendieron entonces a manipular las películas de tal manera que sólo el espectador avisado se percataba del fraude. Ya, ni eso.De Paradise queda, sí, lo demás: pueriles secuencias que narran las peripecias de los protagonistas, sorprendentemente hábiles, tanto para construir una espléndida casa en pleno desierto; como para engañar bobamente a sus enemigos (más tontos,que malos). O para lucir objetos y trajes que el guión no justifica. El frustrado morbo inicial de la película.queda así reemplazado por la inquietud de no saber de dónde sacan tanto como, destacan. Integro o no, Paradise es un producto muy menor, honor que será olvidado en menos tiempo del que el director necesitó para contarlo.

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