Crítica:CINE / "CIRCULO DE ENGAÑOS"

La confusión es la respuesta

Por vez primera, Volker SchIöndorff coloca sus cámaras ante uña realidad distinta a la alemana, aunque ello no le impide continuar su análisis sobre las contradicciones u oscuridades de la vida intelectual de su país. El Líbano es también un territorio dividido en el que la posibilidad del final de la guerra probablemente no elimine ya la acumulación de unos problemas cuya clarificación, según el autor, se hace imposible: "Con Beirut desaparece un viejo sueño: el de Oriente", señala uno de los personajes de la película, refiriéndose, como alemán, a la imposibilidad del viejo sueño de Europa....

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Por vez primera, Volker SchIöndorff coloca sus cámaras ante uña realidad distinta a la alemana, aunque ello no le impide continuar su análisis sobre las contradicciones u oscuridades de la vida intelectual de su país. El Líbano es también un territorio dividido en el que la posibilidad del final de la guerra probablemente no elimine ya la acumulación de unos problemas cuya clarificación, según el autor, se hace imposible: "Con Beirut desaparece un viejo sueño: el de Oriente", señala uno de los personajes de la película, refiriéndose, como alemán, a la imposibilidad del viejo sueño de Europa.

Pánico y realidad

Circulo de engaños

Director: Volker Schlöndorf. Guión: SchIödorf, Jean-Claude Carrière, Margaretta von Trolta y Kai Hermanni, sobre la novela Sterns, de Nicolas Bom. Fotografía: Igor Luther. Intérpretes: Bruno Ganz, Hanna Schygulla, Jerzy Skolimovski, Gila von Weitershausen. Alemana, 1981. Drama. Local de estreno: Pompeya.

Un experto periodista, cuya vida familiar está en crisis, cree no encontrar en su nuevo destino distintas respuestas a su comprensión del mundo. Atado a apriorísmos, no podrá evitar, sin embargo, que la realidad afecte a sus emociones más íntimas: "No sé si debo escribir sobre lo que veo o sobre el miedo que tengo". Y es el pánico el que le acercará a la realidad, a la que cotidianamente se evidencia a su alrededor y a la suya propia, que malentiende desde sus torpes esquemas, originados en un ambiente lejano, bien distinto, sólo en apariencia, al que vive en las desangradas calles de Beirut.Enfrentado a un fotógrafo con criterios profesionales opuestos, que le permiten aceptar, por ejemplo, la siniestra oferta de los cicerones de la muerte, y a una mujer que vive la cotidianeidad de un Beirut en guerra con el compromiso político implícito de quien acepta la realidad ajena como suya propia, el periodista sufrirá un proceso de cambio que no aclara sus criterios politicos, pero sí reforma su posicición vital. El inesperado desenlace de la aventura abre ante el espectador nuevas incógnitas sobre la vida futura del protagonista, pero define la posición de SchIöndorf, y la de quienes con él se identifiquen, en la necesidad de abrirse a nuevas formulaciones, de romper con cuanto encorsete una justa comprensión de lo distinto, una aceptación de lo indescifrable.

La sabiduría cinematográfica del director concreta su película en un lenguaje sobrio, ajeno a las derivaciones estéticas del último cine alemán, más empeñado a veces en la sorpresa obligada que en el rigor. Para este propósito cuenta con la colaboración de un espléndido grupo de actores que encabeza eficazmente Bruno Ganz; su trabajo es modélico al superar la dificultad de un personaje que sólo se expresa en su capacidad de observar. A la breve lista de profesionales europeos hay que añadir la intervención de un buen número de actores libaneses que desarrollan su trabajo en clave documental, confiriendo a la película una verosimilitud que puede incluso inquietar al espectador. SchIöndorf domina de tal forma la significación de la imagen que cuanto en ella aparece corresponde a sus intenciones. En este sentido, el reafimo de las batallas, reconstruidas dramáticamente, son un ejemplo de buen cine, es decir, de seriedad informativa e imaginación creadora.

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