Crítica:CINE

Humor ácrata

Fue tan asombroso, aunque legítimo, el éxito de La quinta del porro, aquella película que narraba las aventuras de un grupo de reclutas escondido en el vagón de un tren, que rápidamente se ha rodado su continuación y hasta se anuncia, no sé si como una humorada más de la película, su tercera parte, El porro contraataca. No es para menos. Por vez primera el cine es pañol ha comenzado a tomar en broma realidades que antes eran intocables. Las peripecias de unos muchachos que se en cuentran al borde del servicio militar dan pie a situaciones insólitas, a contrastes delirantes. Hace ...

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Fue tan asombroso, aunque legítimo, el éxito de La quinta del porro, aquella película que narraba las aventuras de un grupo de reclutas escondido en el vagón de un tren, que rápidamente se ha rodado su continuación y hasta se anuncia, no sé si como una humorada más de la película, su tercera parte, El porro contraataca. No es para menos. Por vez primera el cine es pañol ha comenzado a tomar en broma realidades que antes eran intocables. Las peripecias de unos muchachos que se en cuentran al borde del servicio militar dan pie a situaciones insólitas, a contrastes delirantes. Hace años, el cine oficial apuntaba algo en este sentido (Quince bajo la lona), pero debía mantenerse respetuoso con la ejemplaridad de las consignas.Nada más lejos de éstas que el trabajo de Francesc BelImunt (director de la primera parte y guionista de la segunda). Con un humor ácrata y una imaginación que en ocasiones roza el delirio, Bellmunt traza un esquema dramáticamente válido de las relaciones entre quintos y suboficiales, aunque siempre con un atento cuidado por no violar excesivamente los acuerdos tácitos que exige un argumento así. Cuando se encuentra en tierra libre, la película alcanza sus mejores momentos, como el de la aparición de la novia de uno de los reclutas camuflada en un uniforme más. Por el contrario, cuando las relaciones de los futuros soldados se establece con algún oficial, La batalla del porro se hace exagerada, inverosímil. La parte final es una pasada que incluso pierde humor. Que el capitán Matarraña apueste como lo hace por capturar a los reclutas antes de que éstos lleguen al campamento abraza lo absurdo. Tal extrapolación de la realidad impide la risa.

La batalla del porro

Dirección: Joan Minguell. Guión: Francesc Bellmunt. Fotografia: Tomás Ladevall. Música: Josep María Durán. Intérpretes: Victoria Abril, Joan Armengol, Carlos Tristancho, Pepe Rubianes, José María Cañete, Joan Borrás, Paul Naschy. Española, 1981. Comedia.Locales de estreno: Palacio de la Música, Juan de Austria, Cartago.

Continúan en La batalla del porro muchos de los personajes de la primera parte. Son lo mejor de la saga, tanto por su propia construcción dramática como por la divertida interpretación de sus actores. Los personajes nuevos, en cambio, son más débiles, sobre todo cuando no se relacionan directamente con los protagonistas.

Joan Minguell, director de La batalla del porro y fotógrafo de la primera parte, es un inteligente narrador que tiene, sin embargo, cierto miedo a no dejar suficientemente aclaradas las reglas del juego. Las secuencias explicativas, como la del accidente del coche y la posterior reparación en el taller, se hacen largas, innecesarias.

De cualquier forma, estamos ante un grupo de cineastas capaces de proponer una nueva forma de diversión en el cine.

Su afán de riesgo, acompañado de una mayor exigencia, pueden dar mejores títulos. Los dos primeros que nos ofrecen son suficientes.

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