Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Una visión poética de la infancia de Cristo

El genio romántico de Héctor Berlioz fue capaz de producir páginas tan contrastadas como el gran Réquiem, dotado de un espectacular aparato, o La infancia de Cristo, casi un misterio enraizado en las viejas tradiciones y anticipador de los futuros nuevos modos. Bellísima partitura -por su concepción poética y la limpia realización-, que ya nos dio Enrique García Asensío en 1970 y ahora ha vuelto a dirigir a la Orquesta y Coro de RTVE, y un excelente grupo de solistas.Hay que citar, en primer lugar, al veterano y excelente Louis Devos, narrador de tan espléndida voz como refinado ...

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El genio romántico de Héctor Berlioz fue capaz de producir páginas tan contrastadas como el gran Réquiem, dotado de un espectacular aparato, o La infancia de Cristo, casi un misterio enraizado en las viejas tradiciones y anticipador de los futuros nuevos modos. Bellísima partitura -por su concepción poética y la limpia realización-, que ya nos dio Enrique García Asensío en 1970 y ahora ha vuelto a dirigir a la Orquesta y Coro de RTVE, y un excelente grupo de solistas.Hay que citar, en primer lugar, al veterano y excelente Louis Devos, narrador de tan espléndida voz como refinado estilo, verdadero maestro del género. Con él, nuestro barítono Antonio Blancas hizo un San José de comedida expresividad y noble acento, y el bajo Kurt Widmer (Herodes y Padre de familia) abordó sus papeles con una absoluta eficacia dramática. Muy atractivo el timbre de la soprano Ana de Guanarteme, así como su capacidad interpretativa: su Virgen María fue un prolongado villancico.

Orquesta y Coro de RTVE

Director del Coro: Alberto Blancafort. Solistas: Ana de Guanarteme,soprano; Antonio Blancas, barítono; Kurt Widmer, bajo; Louis Devos, tenor; Aurelio Rodríguez del Río, tenor, y Rodolfo Salinas, barítono. Director: Enrique García Asensio. Teatro Real.

La depurada preparación del coro (Alberto Blancafort) y el cuidado sonoro de la orquesta redundaron en unos resultados cuya emoción venía, precisamente, de la tersura con que todo fue expuesto, que culminó en la transparente polifonía del coro a capella que cierra el tríptico berliozano; desde él puede adivinarse en interés armónico de un Faure o el buen hacer de un Ravel. Partitura, en definitiva, que merecía los honores de la repetición.

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