LA LIDIALAS VENTAS

Los novillos se sabían la lección

No sabemos en qué dehesas soleadas han aprendido el catecismo taurino los novillos de García Fernández Palacios que ha adquirido Ballesteros Doncel. Sí sabemos, porque todos lo vimos el domingo en Las Ventas, que al menos seis de ellos no estaban dispuestos a dejarse la baba en la gran servilleta roja que los novilleros les ofrecieron un montón de veces por el pitón derecho y otro montón igual por el izquierdo.

Los tres novilleros salieron obsesionados por la única lección que parecen saber, y que es sin duda la más fácil, a la vista de lo que se repite por esos ruedos, lección que ...

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No sabemos en qué dehesas soleadas han aprendido el catecismo taurino los novillos de García Fernández Palacios que ha adquirido Ballesteros Doncel. Sí sabemos, porque todos lo vimos el domingo en Las Ventas, que al menos seis de ellos no estaban dispuestos a dejarse la baba en la gran servilleta roja que los novilleros les ofrecieron un montón de veces por el pitón derecho y otro montón igual por el izquierdo.

Los tres novilleros salieron obsesionados por la única lección que parecen saber, y que es sin duda la más fácil, a la vista de lo que se repite por esos ruedos, lección que consiste en ofrece la gran servilleta roja por ambos pitones en series rutinariamente alternativas. Así lo quiso hacer Luciano Núñez en el cuarto, un novillo que manseó en vara y que hizo remilgos a la muleta para buscar, como más rica golosina, las pantorrilas azul y oro del torero. Como el novillo se sabía el tema, al chico se le quedaron los derechazos en el reino de los intentos.

Plaza de Las Ventas

27 de septiembre. Novillos de Ballesteros Doncel, que llevaban el hierro de García Fernández Palacios. Todos con casta y presencia. El primero y el sexto dieron buen juego y, los restantes tuvieron mansedumbre, con fea pelea en varas y dificultades en la muleta. Luciano Núñez: un aviso y silencio. Silencio. Pelucho: un aviso y silencio. Silencio. Carlos Avila: aplausos. Vuelta.

Antes había perdido su oportunidad al no saber entender al primero, que repetía las embestidas en los medios y al que había que llevar muy largo y toreado. Más cómodo se sentía el torero en el tercio. y al tercio se fue, pero allí el novillo no iba y, cuando lo hacía, se quedaba corto.

También quiso Pelucho montarse su rollo. Tuvo un novillo difícil, pródigo en tarascadas. Con los dos se puso pesado en su empeño de recitar la consabida lección.

Carlos Avila se examinaba por primera vez en esta cátedra de Las Ventas. Además de saberse el catecismo de los dos pases, se ha leído la cartilla de los rehiletes, con los que clava con verdad en los cuarteos, pero se toma sus ventajillas en los quiebros, tanto en la forma de citar como en la ejecución.

La faena al excelente sexto novillo, el mejor del encierro, puso de manifiesto la endeblez de sus dotes taurinas. No se acopló a él y quedaron al descubierto las carencias para ese arte de birlibirloque que, según Bergamín, es el toreo.

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