El mal sonido domina en el Certamen de "Jazz" de San Sebastián

, El XVI Festival de Jazz de San Sebastián comenzó el pasado jueves. La ciudad aparece plagada de visitantes con mochilas, procedentes de casi todos los rincones del país y parte del extranjero. Hay también quienes parecen haber unido los sanfermines de Pamplona con el festival y todavía no se han quitado el «1 de enero, 2 de febrero...» de la boca, los acordeones y las guitarras. Coches foráneos, rellenos de hippies dejan poco lugar para el aparcamiento: todo parece confabularse para crear un ambiente, un estado de espíritu que desemboca fatalmente por la noche, en el Palaci...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

, El XVI Festival de Jazz de San Sebastián comenzó el pasado jueves. La ciudad aparece plagada de visitantes con mochilas, procedentes de casi todos los rincones del país y parte del extranjero. Hay también quienes parecen haber unido los sanfermines de Pamplona con el festival y todavía no se han quitado el «1 de enero, 2 de febrero...» de la boca, los acordeones y las guitarras. Coches foráneos, rellenos de hippies dejan poco lugar para el aparcamiento: todo parece confabularse para crear un ambiente, un estado de espíritu que desemboca fatalmente por la noche, en el Palacio Municipal de Deportes, donde tienen lugar los conciertos.El primer día se realizó el concurso de aficionados, que en opinión del jurado ha sido el de mayor nivel de los últimos años. El mismo jurado deplora el mal sonido, hecho este que, a pesar de un cierto acondicionamiento del local, va a padecerse con toda seguridad en las diferentes sesiones. Y no es que dicho sonido sea catastrófico, es que el sitio, un inmenso espacio cubierto por una cúpula no menos inmensa, no permite mayores goyerías.

A pesar de todo, el jurado pudo decidir el primer premio, que fue caer a manos del ganador de hace unos pocos años, el trío del pianista francés Michel Klotschkof.

Klotschkof es un joven ejecutivo bien situado que toca divinamente y que además practica un jazz agradable y fácil de asimilar. Hecho a destacar es la mención especial otorgada al grupo madrileño de free jazz Orgón, «por aceptar el reto de tocar una música no convencional con tanta aplicación e integridad».

El viernes ya tuvo lugar uno de los números fuertes en un festival que se presagia cuajado de ellos. Era McCoy Tyner en quinteto y fue una barbaridad de música frente a una 5.000 o 6.000 personas.

McCoy Tyner, como ya se demostró durante los cinco años que pasó con Coltrane, es uno de los pianistas más personales y poderosos con que cuenta el jazz de nuestros días. Su técnica, hecha a base de acordes salvajes capaces de destrozar cualquier piano, que se turna con arpegios rapidísimos con la mano derecha, mientras la izquierda crea un sonido sólo calificable como orquestal resulta aplastante.

Improvisación colectiva

El pobre sonido no ayudaba a clarificar los momentos, en que todo el grupo se lanzaba a la exposición de unos temas que, casi invariablemente aunque fuera durante unos pocos compases, desembocaban en una improvisación colectiva de la que los músicos volvían por el arte de alguna marcha extraña.Aquello era muy impresionante. Luego llegaban los solos de Joe Ford, mejor con el saxo alto que con el soprano y mejor con éste que con la flauta, pero siempre imaginativo y con un sonido bellísimo. El bajo, Avery Sharp, comprendió mejor que nadie el tipo de público que tenía enfrente y en cada uno de estos solos consiguió. con recursos algo facilones, encender las ansias de marcha del personal.

John Blake, por su parte, aportaba el lirismo del violín y algunos bellos solos, pero el descubrimiento de la noche fue el chico de la pandilla, el batería Ronnie Burraje, un joven de diecisiete años con una flexibilidad sorprendente y una imaginación igualmente notable.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En