La llegada de los comunistas al Gobierno francés

El vicepresidente de Estados Unidos, George Bush, no se dejó convencer por François Mitterrand

El vicepresidente de Estados Unidos, George Bush, abandonará hoy París, después de haberse entrevistado con el presidente francés, François Mitterrand, a quien le manifestó la preocupación que supone para su país la entrada de ministros comunistas en un Gobierno occidental. Mitterrand parece que no convenció al dirigente norteamericano, a pesar de sus amplias explicaciones. Un sector del mundo sindical francés también ha acogido el estreno comunistas con reservas. Las autoridades galas se hacen eco del gran impacto causado en todo Occidente por la participación comunista en el Gabinete del pri...

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El vicepresidente de Estados Unidos, George Bush, abandonará hoy París, después de haberse entrevistado con el presidente francés, François Mitterrand, a quien le manifestó la preocupación que supone para su país la entrada de ministros comunistas en un Gobierno occidental. Mitterrand parece que no convenció al dirigente norteamericano, a pesar de sus amplias explicaciones. Un sector del mundo sindical francés también ha acogido el estreno comunistas con reservas. Las autoridades galas se hacen eco del gran impacto causado en todo Occidente por la participación comunista en el Gabinete del primer ministro, Pierre Mauroy, pero están convencidas de lo justo de una estrategia "que le concierne solamente a Francia"

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Bush y Mitterrand almorzaron juntos en el palacio del Elíseo ayer. Es posible que el vicepresidente norteamericano haga una declaración pública este mismo jueves, antes de abandonar París; pero ya dejó entrever, ante la Prensa, que su diálogo con el presidente francés no fue convincente para ambas partes. Bush dijo explícitamente que la inclusión de comunistas en el Gobierno "es un hecho susceptible de crearles preocupaciones los países aliados de Francia".No hubo acuerdo

Al margen de esa cuestión, capital en estos momentos, afirmó que entre París y Washington existen "muchos puntos de convergencia". Mitterrand, por su parte, aunque de otra manera, también se rnanifestó en el mismo sentido que Bush en lo concerniente a los ministros comunistas. "Hemos hablado a fondo de muchas cuestiones", dijo, antes de matizar: "La política de Francia se hace en Francia y será una política para Francia. Por lo demás, nuestro país es un aliado fiel de Estados Unidos".

A la vista de, estas declaraciones oficiales, los más atentos observadores galos estiman que Mitterrand no convenció a Bush sobre la utilidad de los cuatro ministros comunistas en el Gabinete Mauroy.

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Si para el enviado especial del presidente Ronald Reagan el tema candente es el de esta "novedad comunista occidental", para Mitterrand la gran preocupación es el insoportable alza de la tasa del dinero impuesta por los americanos a las finanzas occidentales en general y al franco mitterranista-comunista más particularmente. Nada permitía anoche pensar que, en este terreno, hubiera acuerdo alguno.

En Francia, los comunistas en el Gobierno le han servido a la nueva oposición de derechas para agitar el esperpento que manejó contra Mitterrand durante las dos últimas campañas electorales: "La máscara ha caído. Las condiciones ya están reunidas para que se realice el proyecto socialista", estiman los giscardianos, mientras los chiraquistas denuncian el "peligro grave" que corre Francia.

Algunos sectores sindicales no comunistas han fruncido el ceño. De manera espectacular, Fuerza Obrera (FO), el tercer sindicato francés (700.000 afiliados), considera que Mitterrand se ha equivocado profundamente: "El partido comunista no es un partido como los otros. Su aparato y su práctica son estalinistas". Conviene recordar también que FO nació en 1947, de una esel sión de la potente central de tendencia comunista CGT, desde entonces la oposición entre estos dos sindicatos en el terreno social y en el político es radical.

La mayoría de la opinión no dramatiza el tema gubernamental-comunista. El alcance nacional e internacional de la decisión de Mitterrand es destacado por los comentaristas, pero liará falta algún tiempo para aproximarse a una valoración adecuada del acontecimiento que, espectacularmente, se escenificó ayer en París.

Las explicaciones del Gobierno sobre el problema son contundentes. Para Mauroy, el injerto comunista en su Gabinete es "la manera más natural de honrar a quienes se agruparon en la mayoría presidencial. Los comunistas votaron para que Mitterrand fuese presidente de la República, y nosotros hemos estimado que todos los que habían votado por Mitterrand, por sus opiniones, y los que votaron por el cambio, también debían estar representados en el Gobierno. El problema empezaría, precisamente, si no estuviesen representados". No pocos piensan, en efecto, que "Mitterrand ha comprado la paz social y la política" al contar con los comunistas.

El presidente, durante el mano a mano que le enfrentó al ex presidente Valéry Giscard d' Estaing en la campaña electoral, ya había argumentado sobre este tema al valorar que "los comunistas sirven para trabajar, para ser matados en las guerras". Pero antes de integrarlos en su Gobierno les ha obligado a firmar el acuerdo leonino que supone para ellos renegar de toda su política de los últimos años.

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