Orden en la lidia
Algún conato de picar donde a los toreros les daba la gana fue desbaratado por el comisario García Conde, que presidió muy bien. De esta forma, la suerte de varas se hizo donde procede, según la regla general -es decir, lejos de toriles, terrenos del ocho en Madrid-, y además con orden y concierto. ¿Qué pasó, pues? Que no hubo motivos para crear resabios en los toros; que el encuentro con el caballo se hacía en regla; que se podía medir perfectamente la bravura; que los quites eran obligados (allá quien no cumpliera con su obligación; que había espectáculo).De momento, y ya que hubo toros, por...
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Algún conato de picar donde a los toreros les daba la gana fue desbaratado por el comisario García Conde, que presidió muy bien. De esta forma, la suerte de varas se hizo donde procede, según la regla general -es decir, lejos de toriles, terrenos del ocho en Madrid-, y además con orden y concierto. ¿Qué pasó, pues? Que no hubo motivos para crear resabios en los toros; que el encuentro con el caballo se hacía en regla; que se podía medir perfectamente la bravura; que los quites eran obligados (allá quien no cumpliera con su obligación; que había espectáculo).De momento, y ya que hubo toros, por, este camino se enderezan feria y fiesta. Lo del escándalo del martes podría quedar como un mal sueño, en simple anécdota, si el ganado va a seguir saliendo con trapío y entero, y si continúa la lid ¡a en su proceso de recuperación. Pero aún queda impedir esos alevosos lanzazos traseros donde se destrozan las reses. Salvo excepciones, los picadores continúan empeñados en destruir al toro, seguramente no por instinto carnicero, sino porque no saben paliar de otra manera la acometida. Aqui juegan un papel importante los lidiadores de a pie, que han de aprestarse al quite en el momento mismo en que se produce el castigo. De mirones están peor.