Luis Fernando Aguirre: "Mi pintura ha evolucionado hacia la mansedumbre"

Exposición de obra reciente sobre papel

El pintor asturiano Luis Fernando Aguirre (1935) inaugura esta tarde, en la madrileña galería Macarrón, una muestra de su obra más reciente sobre papel.Generalmente considerado como un artista perteneciente al expresionismo violento, Aguirre reaparece con unas cuarenta obras, fruto de tres años de trabajo, en las que predomina lo apacible.

En Aguirre, fe de vida y fe de creación, tienden a confundirse con una gran coherencia, inusual y conmovedora. Pero sitúa el pintor esa confusión fértil en un terreno tan recóndito que es preciso zarandearle para que, entre silencios incesantes, llegu...

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El pintor asturiano Luis Fernando Aguirre (1935) inaugura esta tarde, en la madrileña galería Macarrón, una muestra de su obra más reciente sobre papel.Generalmente considerado como un artista perteneciente al expresionismo violento, Aguirre reaparece con unas cuarenta obras, fruto de tres años de trabajo, en las que predomina lo apacible.

En Aguirre, fe de vida y fe de creación, tienden a confundirse con una gran coherencia, inusual y conmovedora. Pero sitúa el pintor esa confusión fértil en un terreno tan recóndito que es preciso zarandearle para que, entre silencios incesantes, llegue, al fin, a decir algo así: «Nunca he cesado de trabajar y de observar. Eso me ha permitido poseer una idea bastante clara del lugar en que estoy. Y, una vez conocido ese lugar, sigo pintando y observando. Tranquilamente».

Para obtener esa tranquilidad ha sido necesario el repliegue cordial: «Hay quien prefiere la promoción al trabajo. Hay quien vive más en el dicho que en el hecho. Allá cada cual. Yo no critico ninguna actitud. Pero sí tengo que reconocer que yo he pasado todo mi tiempo pintando y mirando cuanto me rodea. Tal vez por ello yo siga sin saber qué es la vanguardia, estar en candelero o en la línea. Pero sí sé dónde me sitúo. Y eso me gusta manifestarlo, humildemente y hasta con una pizca irónica de orgullo».

No le gusta a Aguirre situarse a menudo como expositor: «Creo que es sumamente pretencioso exponer sin parar, sin que pasen, entre muestra y muestra, unos años de maduración, de pulimiento y análisis. Que yo exponga ahora, tras haberlo hecho ya hace poco más de un año, puede dar la sensación de incongruencia. Lo que ocurre es que ahora presento lo que suele llamarse obra menor, a mi juicio esencial para completar y redondear la otra, los grandes óleos». Y halla en estos cuadros sobre papel un encanto especial: «Permiten garabatear con mayor libertad, dar rienda suelta a lo espontáneo, encariñarse con lo dibujístico, mimar lo íntimo... Es una caligrafía menos solemne, más amiga del gesto y de la mancha».

Esta caligrafía, en consecuencia, va a sorprender: «Es cierto que se me considera muy ligado al expresionismo alemán, a Grosz, al surrealismo más agresivo y erotizado, aunque, en este último punto, he de reconocer que mi fascinación por lo erótico me viene de Modigliani y de sus maravillosos desnudos. Yo no voy a considerar falso cuanto se piensa de mí». No obstante, esta exposición desliza pertinentes matices.

Y Aguirre explica la génesis de los mismos: «A raíz de una intervención quirúrgica que padecí, me fui a descansar a Almería. Mi estado anímico cambió. Abrí de par en par las ventanas de mis interiores, hasta entonces opresivos, fui trabando amistad con la vegetación, me dejé seducir por la serenidad del paisaje. E influyó mucho la visión constante del agua. Es probable que todo eso haya hecho que mi pintura haya evolucionado hacia la mansedumbre».

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