José Luis Zumeta: "Trato de revelar la erótica de lo tópico"

Exposición del artista vasco en la Ciudadela de Pamplona

José Luis Zumeta (Guipúzcoa, 1939), que expone estos días en los Pabellones de Arte de la Ciudadela de Pamplona y que recientemente lo hizo en el Museo de San Telmo de San Sebastián, es uno de los grandes artistas vascos. A pesar de su juventud, ya ha sido protagonista de diversas etapas: la de la abstracción fue calificada de épica por algunos críticos. Zumeta rompió con ese pasado, que le convirtió en uno de los más destacados pintores de vanguardia de Euskadi y ahora irrumpe con humor -en el fondo y la forma- y con la ironía critica no exenta de ternura. Lo que él pretende, dice en esta ent...

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José Luis Zumeta (Guipúzcoa, 1939), que expone estos días en los Pabellones de Arte de la Ciudadela de Pamplona y que recientemente lo hizo en el Museo de San Telmo de San Sebastián, es uno de los grandes artistas vascos. A pesar de su juventud, ya ha sido protagonista de diversas etapas: la de la abstracción fue calificada de épica por algunos críticos. Zumeta rompió con ese pasado, que le convirtió en uno de los más destacados pintores de vanguardia de Euskadi y ahora irrumpe con humor -en el fondo y la forma- y con la ironía critica no exenta de ternura. Lo que él pretende, dice en esta entrevista, es «dar entidad a lo efímero» y «revelar la erótica del tópico».

Entrar en la exposición de la nueva obra de Zumeta es como descubrir en soledad un enorme «cuarto de los trastos» repleto de gigantes y cabezudos, espejos cóncavos y convexos, máscaras, personajes del comic marginal, números prohibidos del Teatro Chino, viejos calendarios de estampas populares o de rubias-platino-del-mercado negro-de-los-cincuenta, sueños de burdel, ráfagas de lujo. Toda una serie de fijaciones que revolotean por la sala, que aparecen explícita o implícitamente ensambladas en las estampas casi siempre tópicas de la vida cotidiana o en las efímeras imágenes de la publicidad que nos presenta el pintor.Con una óptica de voyeur socarrón, de crítico distante, Zumeta, sentado ante el cabaré de lo ordinario, tópico, efímero, estúpido, e incluso feo, y a partir de una materia prima que encuentra en postales, anuncios publicitarios, fotos de revistas, calendarios y estampas, nos cuenta una historia con escenario y personajes conocidos, pero con trama nueva.

«Yo cojo temas tópicos, efímeros, y quiero convertirlos en obra de arte, darles una mayor dimensión. Es como convertir una tarjeta postal, un anuncio en algo museable. Se trata de dar entidad duradera a lo común, a lo efímero, buscar la erótica de lo tópico; convertir la anécdota en algo que no lo es. Lo efímero sigue siéndolo, pero se convierte en algo materialmente duradero».

«Busco, además, la belleza de lo feo y lo imperfecto. Es la exaltación de la imperfección, de la erótica de lo tópico. A partir de esta pintura empiezo claramente a ver todo lo horroroso como "bonito"».

Zumeta observa ese álbum completo de trivialidades tópicas, de temas efímeros e intrascendentes, casi siempre, como desde «otro lado»; como si se hubiera situado en otro lugar para ofrecernos una perspectiva distinta que no vimos y que él nos sugiere.

«Intento que lo que se ve todos los días tenga una segunda lectura, una lectura diferente. Destruir, construir, quitar y poner, sacar lo que hay debajo, lo que está detrás y otra vez poner.. hacia dentro del cuadro y hacia afuera, las tres dimensiones en el cuadro, como un libro en el que no se pasan las páginas, sino que se "traspasan" para verlas todas de una sola vez».

Así, el espectador, junto a estampas referidas a las costumbres y gentes de Euskadi, descubrirá, curiosamente, con la sorpresa de la novedad, el cumpleaños, la excursión al campo, la paella en la playa, la estampa familiar, la medalla del amor, el pater familias, la folklórica, la pareja-camisas-IKE, los Franco, el lujo y el glamour de Vogue, y el discreto erotismo de las golfas del meublè.

El cambio a los cuarenta

«Vi que lo anterior se había agotado. Me agotaba», afirma Zumeta para explicar el cambio radical que hace dos años se produjo en su obra; un cambio que, como él mismo reconoce, no fue casual, ni fruto de una evolución, sino voluntario.La ruptura con su pasado artístico coincide con una fuerte crisis vivencial, cuando los cuarenta están a la vuelta de la esquina. Huye de una relativa estabilidad sentimental y artística, que le agobian, y se adentra, como un adolescente, en una nueva vida en la que casi todo está por descubrir. Dos años, desde entonces, en los que las nuevas vivencias y los recuerdos de un ayer superado, íntimamente ligados a las nuevas formas de hacer, se transmiten a la obra.

«No me encontraba del todo a gusto en la abstracción, no me gratificaba, y temía caer en la decoración, en el academicismo. Además, estaba intrigado, como inquieto, porque me tiraba cada vez más la imagen, la figura. Debo reconocer que a ello contribuyó poderosamente un libro de una fotógrafa americana, Diane Arbús, que me impresionó».

«Era, al principio, como un niño dibujando y pintando. Tuve que hacer un esfuerzo enorme de voluntad. He tenido que pelear mucho con mi cabeza, que estaba muy estructurada. He debido ahuecarla y hacerla más transparente. Tenía que hacerlo porque estaba, y aún estoy, en cierto modo, bloqueado».

Durante dos años -y de ello quedan rastros evidentes en su obra- se produjo en Zumeta un permanente pulso entre el gozo que le producía descubrir las posibilidades de una nueva vía artística y la férrea disciplina a que debía someterse para superar las dificultades que el dar forma estética a aquélla se le presentaban.

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