La revolución internacional de la cerámica no llega a España

Desaparecen los alfares y no se adaptan los trabajos a las nuevas tecnologías

Las dificultades y los peligros de extinción por los que atraviesa la cerámica española se avivan si los miramos a la luz de lo expuesto en el último Congreso Internacional de la Cerámica, celebrado en Kyoto (Japón) durante el pasado mes de noviembre. Según dos de los cuatro ceramistas españoles que asistieron a esta reunión, Elena Colmeiro y Arcadio Blasco, mientras que en otras partes del mundo la cerámica ha sufrido una gran transformación, casi una revolución, y un gran impulso, en España no ha sabido adaptarse a las necesidades actuales y a las nuevas tecnologías. Y, por si esto fuera poc...

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Las dificultades y los peligros de extinción por los que atraviesa la cerámica española se avivan si los miramos a la luz de lo expuesto en el último Congreso Internacional de la Cerámica, celebrado en Kyoto (Japón) durante el pasado mes de noviembre. Según dos de los cuatro ceramistas españoles que asistieron a esta reunión, Elena Colmeiro y Arcadio Blasco, mientras que en otras partes del mundo la cerámica ha sufrido una gran transformación, casi una revolución, y un gran impulso, en España no ha sabido adaptarse a las necesidades actuales y a las nuevas tecnologías. Y, por si esto fuera poco, los alfares están en vías de extinción.

Mientras que en Japón, por poner un ejemplo, se hacen reflejos de Damasco o de nuestro Manises, además de los motivos autóctonos, ¿qué se hace en España por conservar esta tradición, que ha tenido históricamente una importancia especial? Es difícil saber en cuántas se habrán quedado ahora aquellas 233 localidades alfareras, aquellos mil talleres y aquellos 3.000 maestros que, según Natacha Seseña en su Guía de Alfares de España, existían en 1973.Los ceramistas españoles que han participado en el congreso de Kyoto (a los dos nombres citados hay que añadir los de Elisenda Sala, de Barcelona, y Enrique Mestre, de Valencia) han podido comprobar el «portentoso desarrollo de la cerámica en Japón, y esto es debido a que allí se le dedica a esta faceta artística una gran gama de recursos y atenciones».

«Los artistas japoneses no han roto con la forma tradicional y el uso utilitario de la cerámica. El ceramista es un intérprete de la cultura antigua y utiliza los mismos materiales. Los alfares siguen siendo un elemento útil. El plástico como material decorativo y de utilidad para los objetos de uso todavía no los ha destruido. El ceramista japonés ha estado siempre en la vanguardia y en la cúspide de la creación artística y de la transmisión cultural, algo así como ha pasado en España con los pintores y escultores. Naturalmente, esta creación está propiciada por la buena política de museos de cerámica y por los estudios universitarios. En Japón existe una carrera universitaria (seis años con diversas especialidades) de ingeniero ceramista».

Ningún avance

«En España, por el contrario, a pesar de la riquísima tradición histórica en cerámica, no se registra prácticamente ningún avance sistemático. No existen muchos centros de estudio de la cerámica (aparte de los de Madrid, Barcelona y Manises), a pesar de que, dada la complejidad de este arte y técnica, habría que comenzar creando buenos centros de formación que complementen al actual autodidactismo. Además, dado que los alfareros apenas cuentan con apoyos o ayudas oficiales, el oficio se va perdiendo».Otro de los problemas que plantea la cerámica en nuestro país es su comparación, inadecuada o no, con las llamadas bellas artes por antonomasia, es decir, la pintura, la escultura y la arquitectura. Para Elena Colmeiro, artista de la cerámica, ésta tiene un lenguaje riquísimo, tan extraordinario como el de la pintura o el de la escultura; «lo que sucede es que en la práctica muchas veces el alfarero quiere entrar en contacto con el mundo del arte sin haber asimilado los elementos artísticos o, por el contrario, el artista se acerca a la cerámica creyendo que es una técnica y un arte como los otros, cuando en realidad la cerámica es muy compleja y requiere unas técnicas muy diversificadas».

Pese a estas opiniones, tenemos un hecho concreto bien claro, y es que las posibilidades expresivas y artísticas que ofrece la cerámica han sido debidamente valoradas y llevadas a la práctica en España y en el mundo por vanguardias artísticas y creadores como Picasso, Dalí, Miró o Paul Klee, ejemplos que al menos pueden servir para eliminar de ciertos prejuicios el acercamiento a la cerámica de los artistas consagrados en otros géneros.

Existen otros aspectos económicos y comerciales de la cerámica. Paralelamente a la desaparición progresiva de artistas alfares se produce la explosión de la cerámica industrial, precisamente de la mano de la consolidación de la revolución industrial. El sistema industrial de producir cerámica ahoga ese viejo arte de fabricar vasijas y otros objetos de barro, loza o porcelana. Esta cerámica industrial ya no sólo produce este tipo de objetos, sino que es ya una industria compleja.

Tampoco los aspectos económicos de la cerámica española están debidamente planteados. «España paga más de 9.000 millones de pesetas», dice el ceramista Arcadio Blasco, «en royalties por la importación de materiales; de éstos, muchos millones en cerámica, sobre todo en azulejos. Se da así la circunstancia de que a España le cuesta mucho más dinero no haberse ocupado de la cerámica. Incluso la tecnología que se utiliza en España es extranjera. Justo ahora comienza a copiarse esta tecnología importada de la cerámica».

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