"Los alimentos son demasiado importantes como para quemarlos en un automóvil"

Parece Arizona la tierra prometida de los investigadores agroenergéticos. Será tal vez porque un lugar retirado y atípico es ideal para el desarrollo de unos experimentos con un futuro bastante incierto pero, cuando menos, sorprendentes. Y allí, en California, nació David Pimentel, otro mago de la biomasa. Un hombre de apariencia seria, pero de indudable sentido del humor. Tal vez, necesario como para embarcarse en la aventura de extraer energía de los huesos de aceitunas o de cualquier otro inadvertido producto energético.

Los suyos son 55 años de preocupación por el hambre del mundo y...

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Parece Arizona la tierra prometida de los investigadores agroenergéticos. Será tal vez porque un lugar retirado y atípico es ideal para el desarrollo de unos experimentos con un futuro bastante incierto pero, cuando menos, sorprendentes. Y allí, en California, nació David Pimentel, otro mago de la biomasa. Un hombre de apariencia seria, pero de indudable sentido del humor. Tal vez, necesario como para embarcarse en la aventura de extraer energía de los huesos de aceitunas o de cualquier otro inadvertido producto energético.

Los suyos son 55 años de preocupación por el hambre del mundo y por esa crisis energética que no hace más que agudizarlo. Su larguísimo currículo, imposible de detallar aquí, puede resumirse en que es especialista en ciencias agrícolas, en entomología (pesticidas), recursos naturales de la agricultura, utilización de energía en los sistemas de producción de alimentos y problemas de medio ambiente en el sector agrario. Profesor en la Escuela de Agricultura de la Universidad de Cornell, en Ithaca (Estado de Nueva York), es presidente de numerosos comités u organizaciones nacionales e internacionales relacionados con el tema.Tan sólo hacen falta unos minutos a su lado para comprobar que es un investigador humanista. Un hombre preocupado por el «más allá» de sus investigaciones: siempre el ser humano como telón de fondo.

David Pimentel estuvo la semana pasada en Madrid para clausurar el Simposio Internacional sobre Energía e Industrias Agrícolas y Alimentarias. Allí habló sobre Energía, alimentos, población y recursos agrarios en el futuro. Después de oírle, quisimos reflexionar con él sobré algunos de estos importantes aspectos.

Pregunta. ¿Cuáles son las experiencias que está realizando actualmente, desde el punto de vista de obtención de nuevas fuentes energéticas y del ahorro energético.

Respuesta. Fundamentalmente, en lo que llamamos energía de biomasa. Se están haciendo investigaciones examinando distintos cultivos, analizando el empleo energético potencial del maíz, sorgo, alcachofa de Jerusalén, así como con distintas variedades arbóreas, como el chopo o el sicomoro, que utilizamos como biomasa leñosa. También se está considerando la utilización de residuos de cosechas y cultivos, y el empleo del estiércol del ganado como producción de biomasa. Y, por supuesto, estamos analizando la energía neta que va a proceder de estos recursos: para producir electricidad a partir de algunos recursos, o bio-gas, o para fabricar alcohol.

P. ¿Con qué resultados concretos ha trabajado usted hasta ahora?

R. Es muy peligroso acudir a las cifras, y por eso prefiero no dárselas. Pienso que se pueden obtener muchos beneficios de la agroenergética de la biomasa, pero hay que reconocer que las cantidades de energía que se obtengan van a ser relativamente pequeñas, naturalmente si nos referimos a energía neta. La energía bruta es enorme, pero tenemos que reconvertirla en una forma concreta de energía, y ahí menguan mucho los resultados. Para aclararlo, le voy a dar algunos ejemplos: en el tema de los residuos que no tengan que serle «rocuidado. Sólo se debe utilizar una pequeña parte de ellos, porque el resto es necesario para evitar la erosión del suelo, su degradación. Si extrajéramos todos los residuos del suelo y los utilizáramos, estaríamos produciendo a la agricultura más daños que beneficios, y perdiendo más energía a largo plazo de la que ganaríamos a corto.

P. ¿Y en el caso de utilizar residuos que no tengan que serle «robados» al suelo?

R. En efecto, podríamos utilizar residuos depositados previamente en grandes áreas, pero ello supone también un considerable gasto de energía para recogerlos, transportarlos y transformarlos. Supongamos que deseamos su transformación en alcohol. Podríamos obtener unos doscientos litros por cada tonelada de residuos; si usted tiene en cuenta los costes que suponen los abonos equivalentes y la erosión del suelo, resulta que sí se obtiene algo de energía, pero ya no tan rentable como en principio podría parecer.

Y aún le voy a dar otro ejemplo más, en este caso referido a la obtención de bio-gas a partir de los excrementos de los animales. En España tienen ustedes más ventajas que nosotros porque su clima es cálido y no necesitan gastar tanta energía como nosotros para mantener el proceso en determinadas condiciones de temperatura. En Estados Unidos, para obtener una energía neta de bio-gas equivalente a 3,7 litros de petróleo se necesitan 700 kilos de estiércol.

P. En España se acaba de construir una planta para la obtención de bio-gas, con tecnología exclusivamente española. ¿Qué futuro le augura usted a este proceso energético?

R. Yo creo que el bio-gas es importante. Y será mucho más importante en el futuro. Pero quiero hacer hincapié en que no se van a obtener grandes cantidades de energía a través de esta fuente. En Estados Unidos, el bio-gas obtenido del cerdo está costando de cinco a diez dólares por cada millón de BTU (unidades caloríficas británicas) obtenidos; tenga usted en cuenta que hoy día podemos comprar gas natural, equivalente a esa misma energía, por uno o dos dólares.

P. Un profesor español, el señor Fernández, ha dicho en este simposio que el cultivo agroenergético de las tierras marginales existentes en España podría garantizar el autoabastecimiento nacional. ¿Qué opinión le merece este aserto?

R. Una vez más prefiero comentar sobre mi país (esboza una larga carcajada); políticamente, me resulta mucho más seguro. Si en Estados Unidos hiciésemos un esfuerzo masivo sobre la conversión de biomasa en energía, hemos calculado que, en el mejor de los casos, cubriríamos el 4% de nuestras necesidades energéticas. Allí consumimos un 25% más de energía fósil que toda la energía solar que absorbe nuestra biomasa. Así pues, se habla de cultivar las tierras marginales, que en Estados Unidos llegan al 50% del total; se podría hacer, en efecto, pero hay que tener en cuenta que estas tierras se utilizan para pastos, muy necesarios también en la agricultura.

P. En el mundo hay 140 países. Tan sólo diez exportan alimentos, y las dos terceras partes del mundo pasan hambre. ¿Es usted partidario de la obtención de energía a partir de los alimentos?

R. Su pregunta es intencionada y la entiendo perfectamente. En Estados Unidos estamos haciendo esto actualmente. Fabricamos «gasohol», que contiene un 90% de gasolina y un 10% de etanol procedente de diversos productos alimenticios. Sin embargo, no soy partidario de esta política porque los alimentos son algo demasiado importante como para luego quemarlos en un automóvil. Tal vez, el único caso en que lo justificaría es en el de unos excedentes de cereales que se pudieran estropear; pero, en ese caso, hablaríamos de entre el 2% y el 5% del cereal total y, por tanto, de una cantidad muy pequeña.

De todas formas, si queremos situar mejor este problema, es necesario tener en cuenta dos cifras: Estados Unidos exporta alimentos por valor de 35.000 millones de dólares anuales e importa petróleo por un valor superior a los 50.000.

P. Señor Pimentel, ¿qué le dice a usted el nombre de Melvin Calvin?

R. Melvin es un gran químico, un científico sobresaliente, y sus investigaciones también lo son. Cuando él habla de la obtención de energía a través de las euforbias, se trata, sin duda, de una investigación muy valiosa. Pero cuando se refiere a obtención de cincuenta barriles de petróleo por cada hectárea, se refiere a energía bruta, con mucho riego, con mucho abono, etcétera. En cambio, si uno se va a las tierras poco productivas, habría mucha suerte en alcanzar diez barriles. Y si tenemos en cuenta -como le dije antes- la energía que gastamos en abonos, en cosechas y en transformación, con mucha suerte, conseguiríamos limpia una cuarta parte de esa cantidad por hectárea. Hay que tener cuidado, por tanto, con el manejo de esas cifras. Incluso con las que yo mismo he facilitado.

P. ¿Cuál es el campo de acción de la agroenergética que usted considera con más futuro?

R. Teniendo en cuenta que la agroenergía sólo puede atender hoy, en el mejor de los casos, al 5 % de nuestras necesidades, creo yo que el principal problema para nosotros es que «derrochamos», estamos consumiendo demasiada energía.

P. ¿Y qué puede hacer el agricultor para consumir menos?

R. Se pueden hacer muchas cosas. Por ejemplo, utilizar mejor el estiércol. En Estados Unidos desperdiciamos el 50% de los nutrientes que hay en él. Igualmente, podríamos utilizar mejor las leguminosas, pues su mezcla con distintos cultivos contribuye a fijar mejor el nitrógeno en el suelo. Se podrían hacer cultivos específicos para regenerar y proteger el suelo, cuando no está ocupado con su cultivo habitual. En definitiva, se podría luchar contra la erosión del suelo, que evitaría la pérdida de elementos nutrientes y supondría una menor utilización de abonos.

Otra cosa que podríamos hacer es dar al ganado más plantas forrajeras y menos cereales, lo que supone el empleo de tierras marginales en forma de pastos.

¡Ah!, y con vistas a la alimentación humana, se podrían cultivar productos que necesitan menos energía para obtener la misma cantidad y calidad de nutrientes. Por ejemplo, es mucho más caro en consumo energético obtener la vitamina C de la naranja que del tomate o la patata.

P. Por último, señor Pimentel, querríamos... una esperanza. ¿Cuál será el descubrimiento agroenergético de los años ochenta?

R. Yo creo que será la utilización de la biomasa con mucho contenido en celulosa para su conversión en etanol. Concretamente, la consecución del microorganismo adecuado que pueda fermentar la celulosa de forma adecuada y eficiente para la obtención de este tipo de alcoholes.

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