El Gobierno solicita la confianza del Congreso

Suárez vinculó la cuestión de confianza a las medidas económicas y al desarrollo de la Constitución

Poco más de una hora dedicó ayer Adolfo Suárez para plantear ante el Pleno del Congreso de los Diputados la cuestión de confianza, que el presidente del Gobierno vinculó a las medidas para superar la crisis económica y al desarrollo de la Constitución. El discurso, menos premioso que en otras ocasiones y más ágil, fue escuchado en un respetuoso silencio, sin apenas reacciones en el hemiciclo, y premiado finalmente con un aplauso, en el que sólo participaron los diputados centristas. Las posiciones de los grupos parlarmentarios no quedaron despejadas por el discurso. Los grupos que tenían dudas...

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Poco más de una hora dedicó ayer Adolfo Suárez para plantear ante el Pleno del Congreso de los Diputados la cuestión de confianza, que el presidente del Gobierno vinculó a las medidas para superar la crisis económica y al desarrollo de la Constitución. El discurso, menos premioso que en otras ocasiones y más ágil, fue escuchado en un respetuoso silencio, sin apenas reacciones en el hemiciclo, y premiado finalmente con un aplauso, en el que sólo participaron los diputados centristas. Las posiciones de los grupos parlarmentarios no quedaron despejadas por el discurso. Los grupos que tenían dudas sobre el sentido de su voto esperan las concreciones que hoy pueden producirse.

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El cuadro de la declaración gubernamental abarcó también el combate contra el terrorismo y la política exterior, pero Adolfo Suárez no consideró que sobre ninguna de ellas sea precisa la confianza de la Cámara. Sobre la primera de ellas, porque el Congreso ya ha manifestado «reiteradamente su apoyo a la lucha del Gobierno contra las actividades terroristas y violencias pretendidamente políticas». La exclusión de la lucha contra el terrorismo, sobre la que, según Suárez, no hay discrepancias sustanciales, fue valorada por algunos observadores políticos como una forma hábil de dar facilidades a los nacionalistas vascos, que en torno a esta cuestión no mantienen una posición enteramente coincidente con el Gobierno.La exclusión asimismo de la política exterior parece encaminada, por su parte, a restar argumentos a la izquierda. Especialmente destacada fue la referencia a la no existencia de una decisión grave e importante que requiera un planteamiento inmediato que, sin nombrarla, parece indicar un paso atrás sobre el anuncio realizado por el anterior ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja (en declaraciones a EL PAÍS de 15-6-1980), de la petición de ingreso en la OTAN, a realizar en 1981, previo acuerdo por mayoría simple del Congreso. El actual ministro, José Pedro Pérez-Llorca, no quiso hacer más precisiones sobre el tema cuando fue preguntado por EL PAÍS, al término de la sesión. Pérez-Llorca se remitió a su comparecencia próxima ante la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara.

El discurso del presidente del Gobierno fue seguido con interés especialmente por la oposición, en cuya cabecera de filas el lider socialista, Felipe González, tomó intensamente notas. Unos escaños más atrás, el secretario general del Partido Comunista de España (PCE) escribió primeramente en una cuartilla, y poco más tarde sobre una de las copias del discurso presidencial distribuidas a la Prensa.

Sólo en una ocasión se produjo un murmullo en el hemiciclo y las miradas se dirigieron hacia el ministro de Defensa, Agustín Rodríguez Sahagún, tocado por el discurso de su presidente. Fue cuando Suárez anunció la voluntad gubernamental de «aplazar algunos de los gastos de defensa previstos por ley». Preguntado Rodríguez Sahagún sobre el tema, declaró a EL PAÍS: «Esa decisión ya estaba asumida y contemplada en los Presupuestos. Además, no se trata de reducir, sino de aplazar en lo posible», recalcó el término, «los gastos de defensa previstos en la ley 32/71». Dicha ley establecía un programa de inversiones para los Ejércitos de Tierra, Aire y Marina, dentro del cual se había previsto recientemente la compra de aviones de combate por un importe aproximado a los 200.000 millones de pesetas.

Los ministros alaban a su presidente

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Terminado su discurso, en los pasillos del Congreso, Adolfo Suárez y sus ministros estuvieron abiertos a las preguntas de los periodistas, que respondieron con elogios al discurso y con la repetición de las cuestiones planteadas por el presidente del Gobierno.

Suárez resaltó que el objetivo prioritario del Gobierno es el empleo. Sobre las autonomías, declaró la voluntad «inflexible» de desarrollar los estatutos ya aprobados y solucionar los problemas más acuciantes planteados: Andalucía y Galicia. Muy sonriente con los informadores, anunció la posibilidad de celebrar una conferencia de Prensa la próxima semana.

Uno de los protagonistas de la parte más importante del discurso de Adolfo Suárez, el vicepresidente segundo para Asuntos Económicos, Leopoldo Calvo Sotelo, declaró que en materia económica, el presidente había hablado claro, sin ahorrar «palabras duras». «Ha hablado con energía y ha pedido un esfuerzo a todos, y al final ha abierto la luz de la esperanza». En relación con una de las primeras críticas hechas por la oposición -la falta de cuantificación de algunas cifras, como la de inversiones públicas-, otro ministro, José Pedro Pérez-Llorca, aseguró que «eso vendrá después», refiriéndose al debate que se inicia hoy. El ex vicepresidente económico, Fernando Abril, calificó el discurso presidencial de «serio y realista, como el suelo que pisa», y rehuyó hacer comentarios más concretos.

El discurso de Adolfo Suárez pareció mejor construlido que otros anteriores. Fuentes centristas atribuían su redacción al ministro de la Presidencia, Rafael Arias-Salgado, y al secretario de Estado para la Información, Josep Meliá., aparte de las aportaciones de los miembros del Gabinete.

La tribuna de público registraba tres cuartos de entrada, en gran parte mujeres. La sesión inauguró la presencia de ujieres femeninos para suministrar el habitual vaso de agua a los oradores, que ayer sólo fue Adolfo Suárez, a quien la ujier sonrió con simpatía.

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