350.000 personas viven en campos de concentración en Timor Oriental

En Timor Oriental existen 150 campos de concentración, instalados por el Gobierno indonesio en aplicación de su política de «reagrupamiento de las poblaciones», para cortar a la guerrilla antiindonesia sus bases de apoyo, según reveló ayer en Lisboa un sacerdote australiano de nombre Walsh.

En los campos viven 350.000 personas -aproximadamente la mitad de la población- bajo estrecho control militar: no pueden salir de los campos, ni ejercer otros trabajos salvo algunos cultivos en las inmediaciones, cuando bastaría que puedan volver a sus aldeas para acabar con el hambre.

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En Timor Oriental existen 150 campos de concentración, instalados por el Gobierno indonesio en aplicación de su política de «reagrupamiento de las poblaciones», para cortar a la guerrilla antiindonesia sus bases de apoyo, según reveló ayer en Lisboa un sacerdote australiano de nombre Walsh.

En los campos viven 350.000 personas -aproximadamente la mitad de la población- bajo estrecho control militar: no pueden salir de los campos, ni ejercer otros trabajos salvo algunos cultivos en las inmediaciones, cuando bastaría que puedan volver a sus aldeas para acabar con el hambre.

«El mundo debe saber la existencia de un nuevo Biafra llamado Timor oriental», afirmó ayer el sacerdote australiano, Walsh, en nombre de siete organizaciones católicas australianas de beneficencia, intentará, la próxima semana, ser recibido en el Vaticano, si es posible, por Juan Pablo II en persona, pues considera que el Papa no dispone de una información verdadera acerca de lo que está pasando en Timor oriental. «Si no, el Papa no hubiese atribuido a la sequía los actuales sufrimientos del pueblo de Timor».

Las únicas dos organizaciones internacionales de asistencia autorizadas a actuar en Timor oriental son la Cruz Roja y una organización católica americana, pero incluso éstas deben limitarse a distribuir víveres y medicamentos.

El clero católico indígena, el único que goza de una relativa facilidad de movimientos, confirma las informaciones ya divulgadas por organizaciones católicas internacionales: las ejecuciones y muertes, resultado de los combates, se elevaron, en los tres primeros años de la ocupación indonesia, a varios millares. Ahora que la guerrilla, totalmente aislada del exterior, está en nítido declive, la gente muere en Timor, de hambre y enfermedad, por decenas de millares.

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