Editorial:

El frente de Asia

EL SECRETARIO de Estado americano ha reconocido el carácter de advertencia que tiene para la Unión Soviética la reunión de Carter y Hua en Tokio y la participación japonesa en ello. «Los soviéticos comprenderán», dice, «que su ocupación de Afganistán ha acelerado la aproximación entre China y Estados Unidos». Los soviéticos alegan, por su parte, que su intervención en Afganistán era ya una respuesta al desafío que percibían en Asia, como dicen que su reforzamiento en Vietnam -donde podrían instalar bases- es una consecuencia de la «operación de castigo» que realizó China contra el terri...

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EL SECRETARIO de Estado americano ha reconocido el carácter de advertencia que tiene para la Unión Soviética la reunión de Carter y Hua en Tokio y la participación japonesa en ello. «Los soviéticos comprenderán», dice, «que su ocupación de Afganistán ha acelerado la aproximación entre China y Estados Unidos». Los soviéticos alegan, por su parte, que su intervención en Afganistán era ya una respuesta al desafío que percibían en Asia, como dicen que su reforzamiento en Vietnam -donde podrían instalar bases- es una consecuencia de la «operación de castigo» que realizó China contra el territorio vietnamita. El triángulo Washington-Pekín-Tokio se viene fraguando desde hace años: desde que Estados Unidos tuvo la inteligencia tardía, pero al fin eficaz, de comprender que China era una pieza valiosísima en forma de alianza y reconvirtieron su política, aun a costa del desgarrador abandono de Formosa. Lo que puede haberlo acelerado ahora -si se considera una aceleración el que por primera vez se hayan reunido Carter y Hua, que en el fondo no es más que una continuación de los hechos auténticamente históricos de reconciliación, preparados por Kissinger y refrendados por Nixon- es-la incertidumbre creciente del frente europeo: Washington ve flaquear a sus aliados. En este triángulo, China representa un papel de exaltación continua, de extremismo verbal; Estados Unidos, el de la seguridad en la fuerza y el de una estrategia global, y Japón, el de moderador, un poco inquieto por saber hasta dónde puede llevarle esta política. No hay que olvidar el peso que tiene en este país tradicional el cambio histórico para con dos enemigos ancestrales -China y Estados Unidos-, el nuevo pacifismo que trata de asentarse en el país, tras el terrible y odioso castigo de Hiroshima y Nagasaki y la sublimación de su antigua agresividad en un frenesí de fabricación y venta universal: los mercaderes nunca quieren estar en guerra con nadie, a menos de sentir una concurrencia directa, lo cual no es el caso de la URSS. No tiene Japón, sin embargo, otra salida geográfica ni una posibilidad de independentismo económico, y los resultados de las re-. cientes elecciones muestran que el país, en general, rechaza a los comunistas, a los religiosos tradicionales también, y se acomoda con los conservadores: es una afirmación, por lo menos provisional, de su aceptación de Occidente.El frente de Asia es, de todas formas, infinitamente más complejo que el hasta ahora descrito. Está la agrupación de países de Asia del Sureste (ASEAN), notablemente dividida, pero ahora inclinada en contra de Vietnam por la invasión de Kampuchea; está el enorme peso de la India, que vuelve a ser acusada por China de prestarse a la diplomacia y a la presión de la URSS -aunque no vayan a interrumpirse por ello las conversaciones próximas entre China y la India-; está la palpitante cuestión- de las dos Coreas y el estado de inquietud de Corea del Sur, y los dos focos permanentes de Afganistán y de Irán, amén del enfrentamiento de éste con Irak. Está, sobre- todo, el permanente fondo de la mayor miseria del mundo, capaz de provocar todos los cambios posibles, todas las revoluciones y todos los actos que, vistos desde Occidente, tienen el aspecto de una locura desesperada. El olvido de este factor ha provocado ya bastantes sorpresas: como la de Estados Unidos en Irán y Vietnam, o como la que está recibiendo la URSS en Afganistán.

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