Tribuna:

Andalucía

Una leva de intelectuales y artistas madrileños viaja ya camino de Andalucía para solidarizarse con el referéndum autonómico, como afluente humano y cultural del Guadalquivir que, sin folklore ni Hermanos Quintero, corre como vena popular de agua y esperanza por la tierra más fascinante de España.¿Por qué la autonomía andaluza, pendiente y dependiente de tantas cosas, tiene hoy una trascendencia nacional y una emoción social que no ha tenido ningún otro proceso autonómico (tan legítimos todos, por supuesto, como éste)? Porque si algo forma la síntesis/España (esa palabra que ya no sabemos lo q...

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Una leva de intelectuales y artistas madrileños viaja ya camino de Andalucía para solidarizarse con el referéndum autonómico, como afluente humano y cultural del Guadalquivir que, sin folklore ni Hermanos Quintero, corre como vena popular de agua y esperanza por la tierra más fascinante de España.¿Por qué la autonomía andaluza, pendiente y dependiente de tantas cosas, tiene hoy una trascendencia nacional y una emoción social que no ha tenido ningún otro proceso autonómico (tan legítimos todos, por supuesto, como éste)? Porque si algo forma la síntesis/España (esa palabra que ya no sabemos lo que nombra, o lo sabemos demasiado bien), es la tesis/Castilla y la antítesis/Andalucía. Lo visigodo y lo árabe, para laconizar y no ponemos paliza, que sobre esto ya lo dijo todo don Américo Castro, ganándose ofensas importantes, como la de Sánchez-Albornoz, y otras menos importantes, como la de Luis Calvo. Alguien quería, una vez, presentar a Luis Calvo ante Xavier Zubiri, y precisamente por el tema Castro, Zubiri estuvo definitivo: -Yo no le doy la mano a ese señor.

Para mí, el esquema erótico/hegeliano de esa profunda trabazón castellano /andaluza está, tanto como en las teorías de don Américo y su escuela, en aquella ilustre meretriz del tiempo de los Reyes Católicos, Sussonna, la fermosa fembra, por la que los caballeros cristianos, que de día habían combatido contra judíos, moros y árabes, por la noche cruzaban la delgada y difusa frontera- por yacer con aquella criatura singular, mitificada entre santos y pecadores de la Corte castellana. No está claro si realmente el Apóstol Santiago mataba moros del lado nacional, pero está clarísimo, históricamente, que Sussonna rendía cristianos en su lecho de las mil y una noches toledanas. Me parece que Sussonna fue enterrada en Sevilla o cosa así, y por cierto sin cabeza, que en España siempre perdemos nuestras mejores cabezas (también falta la de Goya) por enterramiento apresurado o por la fuga de cerebros.

Lo que no sabían Sussonna ni sus galanes enormes, godos y delicados, es que, más que el amor o la guerra, estaban haciendo la alegoría profunda y erótica de la futura Historia de España, de la eterna transverberación recíproca entre Andalucía y Castilla. Yo, de toda una infancia y juventud vallisoletanas, obtuve alguna vez la conclusión de que Valladolid es la novena capital de Andalucía. Jamás he oído cantar tanto flamenco, de noche y de día, a toda hora, como la Zarzamora, cual lo oía en Valladolid. No diré que en Valladolid se canta o se cantaba más andaluz que en Sevilla, pero sí que se canta con una frustración andalucista que le da al jondo otro jondo que el jondo castellano, naturalmente, no tiene. Creíamos cantar a la Zarzamora o a la Niña de Fuego, en nuestras noches roncas de andalucismo castellano, pero realmente seguíamos cantando /añorando a Sussonna. Así, Felipe González ha podido decir ayer, no sé si con exageración política, pero con precisión histórica, que un gran triunfo social-autonomista en Andalucía puede de rribar a Suárez y su Gobierno. Ayer vi, con evidente retraso, la película Manuela, basada en la novela de Manuel Halcón, donde dos grandes amigas mías, Charo López y Carmen Platero, ilustran luminosamente sus personajes. La tímida denuncia social y andalucista que amaga en Manuela (rodada en el último año de la dictadura) es hoy un clamor tan ancho como la luz de Andalucía, tan antiguo y reciente como el Guadalquivir. Sussonna, la Petenera lorquiana, la Zarzamora; Manuela, la eterna fascinación castellana por lo andaluz, metaforizada en una mujer intemporal, sucesiva de sí misma, machadiana: «Gracias, Petenera mía. / En tus ojos me he perdido. / Era lo que yo quería.» Siempre he pensado que el político que acierte con la solución andaluza habrá acertado con España. Don Manuel Azaña empezó a fracasar por el problema andaluz. Por ahí empezó a pudrirse la República. Claro que esto no es una República y, sobre todo, Suárez no es Azaña.

Soluciones electoralistas

La solución de este problema fue remitida por la Administración a la futura aprobación del Estatuto de la Función Pública que, al parecer, sólo se producirá en 1983. También se ha aplazado hasta 1983 el reconocimiento de los años ejercidos en interinidad a efectos de la percepción de trienios. Los profesores agregados ironizan sobre este «sospechoso aplazamiento hasta 1983, que resulta ser, casualmente, un año electoral». Sin embargo, los Presupuestos Generales del Estado facultaron al Gobierno para revisar la cuantía de los complementos de dedicación correspondientes al curso 1979-1980, con objeto de corregir los desequilibrios retributivos. El Ministerio de Universidades hizo uso de esta facultad para resolver el problema del profesorado dependiente de su departamento, y lo que exaspera a los agregados de bachillerato es que su ministro, Otero Novas, no haya hecho otro tanto.

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