Tribuna:

Doña Pilar

La revista Sal y Pimienta, que la ha tomado cruentamente conmigo, como con Lola Flores (somos de un tiempo, Petenera. matriarca, cosa), juega esta semana al cambio de parejas y me pone de novio con doña Pilar Franco.

Como soy hombre que piensa las cosas dos veces antes de pensarlas, y desde luego para no hacerlas, pues no me he indignado con los chicos de la press, sino que he comprendido generacionalmente que tienen razón: yo, niño de derechas, joven malvado, esctitor burgués, estoy ennoviado para siempre con el franquismo, siquiera sea en su última y más lo...

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La revista Sal y Pimienta, que la ha tomado cruentamente conmigo, como con Lola Flores (somos de un tiempo, Petenera. matriarca, cosa), juega esta semana al cambio de parejas y me pone de novio con doña Pilar Franco.

Como soy hombre que piensa las cosas dos veces antes de pensarlas, y desde luego para no hacerlas, pues no me he indignado con los chicos de la press, sino que he comprendido generacionalmente que tienen razón: yo, niño de derechas, joven malvado, esctitor burgués, estoy ennoviado para siempre con el franquismo, siquiera sea en su última y más locuaz acuñación, doña Pilar Franco. Todos los hombres de mi generación, queramos o no, somos o hemos sido novios de la muerte, legionarios de doña Pilar Franco, franquistas/ antifranquistas, que viene a ser lo mismo individualidades regidas por aquel individuo.

Onetti me envía su último libro dedicado y me habla del prado, del abrecoches, del quiosquero. «¿Qué hicieron?», me dice. Tú sabes, carroza, maestro (y a ver si Luis se nos cura pronto, hombre) que en el periodismo hay que renovarse ojubilarse. Si Shaw decía que el artista debe matar a su madre, ¿cómo no voy a mataryo a mi quiosquero? Onetti, descielado de su país por una dictadura, como diría Juan Ramón, me comprende bien a mí, angelito negro de Machín que fuí, en el cielo del franquismo. a cuyo porche salía doña Pilar a hacer punto y blablablá.

En la Galería Buades, Ceesepe ha presentado sus cómics punks y agresivos. Yo he nacido tarde para punk. A los punks españoles de los cuarenta les llamaban flechas doña Pilar y otras Pilares, y les daban un bocata en Falange. Nunca probé del bocata.

Guillermo Díaz-Plaja, maestro y amigo, publica en Pueblo la tercera entrega de su ensayo «La preceptiva de Francisco Umbral», y deslinda mis influencias -Juan Ramón, Ruano, Gómez de la Serna- de la «escuela romana del Pirineo», que era la escuela del periodismo franquista. Gratías, Guillermo, por el deslinde, pero ahora me ennovian, ya ves, con doña Pilar Franco.

Sebastián Pascual y otros muchos viejos se me quejan de lo enjuto de sus jubilaciones. No he visto entre las numerosas firmas de la carta la de doña Pilar Franco. ¿Qué jubilación lucra doña Pilar? ¿Y por qué? Los Piraña, mosqueteros del rock-macarra vallecano, piden y me piden guerra, que está muy mal el rollo del plástico y el redondo. Estos no fueron niños de derechas, nacieron ya en el tardofranquismo y pidieron la primera propina en inglés. No tienen trauma de infancia, aunque, según Pierre Legendre, freudiano luminoso y numinoso (Anagrama), todos arrastramos el trauma medieval del amor del censor, la represión y la Inquisición.

Encarnación Asensio me escribe por el revés de una caja de neogynona (anti-baby), que debe ser la del mes pasado, para que vea yo que ella no tiene traumas freudofranquistas. ¿Le ha preguntado algún periodista a doña Pilar si sabe que es la neogynona? Para esta semana tengo citas con Antonio Garrigues, el doctor Pacios, Llorens Poy y Adonais (premio), a más de Lola Salvador/ Pilar Miró y Jorge Herralde/Lluis Fernández (cuyo libro canalla presentaré). Toda esta basca progre/liberal es el personal en que me embozo y enmascaro para disimular que, ahora que todos se separan y divorcian en la familia Franco, yo sigo de novio hipotético y sentimental de doña Pilar, porque ella, como digo, es la última acuñación española de la dictadura, y la dictadura la llevo ya para siempre tatuada en el alma, como los marineros de Concha Piquer.

Con la movida democrática, doña Pilar, llega uno a olvidarse de que es un cuarentón con cuarenta años de dictadura en el calendario de cocina, hasta que una revista alegre e inclemente me saca al lado de usted, doña, de novio coyuntural, y su rostro de gárgola/gorgona es todo el franquismo sin rostro, aparición última e interior de quienes contra Franco (y lo siento por la pintada progre/ reaccionaria) vivíamos peor. Mucho peor.

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