CINE

La reaparición cinematográfica de Vera Chytilova

Festival de Figueira da Foz

De la realizadora checa Vera Chytilova hacía muchos años que no se tenían noticias cinematográficas. Las políticas decían que la autora de Las margaritas -activa participante en la primavera de Praga- había sido internada en un campo de reeducación. Al cabo de diez años de no haber realizado nada, nos llega una comedia -con Jiri Menzel, otro depurado tras la primavera de Praga, como protagonista- sin demasiadas pretensiones.

El húngaro Andras Kovacs presentó La yeguada, un curioso filme antiestalinista situado en 1950 y que se desarrolla en una yeguada, situada a pocos kilómetros...

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De la realizadora checa Vera Chytilova hacía muchos años que no se tenían noticias cinematográficas. Las políticas decían que la autora de Las margaritas -activa participante en la primavera de Praga- había sido internada en un campo de reeducación. Al cabo de diez años de no haber realizado nada, nos llega una comedia -con Jiri Menzel, otro depurado tras la primavera de Praga, como protagonista- sin demasiadas pretensiones.

El húngaro Andras Kovacs presentó La yeguada, un curioso filme antiestalinista situado en 1950 y que se desarrolla en una yeguada, situada a pocos kilómetros de la frontera occidental de Hungría. El conflicto se produce al ser arrastrado el director de La yeguada -antiguo oficial del Ejército húngaro, antes de la guerra- y ser nombrado director un campesino que no conoce nada de caballos, y que es acogido con reticencias por sus subordinados, también antiguos oficiales. El filme se inscribe en la serie de películas -que algunos países del Este europeo están llevando a cabo- que tienen como misión fundamental analizar críticamente la etapa histórica del estalinismo. Si no alcanza la categoría de El hombre de mármol, de Wadja, se trata de un buen filme, de una cinematografía mitificada, donde la calidad es frecuentemente sustituida por el esteticismo y la pedantería.Y hablando de pedantería no se puede evitar la referencia a Anacrusa, segundo largometraje del mexicano Ariel Zúñiga, que utiliza la desaparición de personas en el continente americano -a manos de policías o miembros del Ejército, más o menos paralelos- para hacer uno de los filmes más insoportables que cabe imaginar; naturalmente, encubre su incompetencia y su nula capacidad expresiva bajo la excusa de que los filmes de temática revolucionaria deben de ir acompañados por una forma cinematográfica igualmente revolucionaria. El único problema es que ya nunca consideran la ignorancia y la incompetencia como necesidades revolucionarias. Messidor -nombre con el que en el calendario de la revolución francesa se designaba al verano- es el último filme del suizo Alain Tanner, autor de La salamandra y Jonás. A través de la historia de Jeanne y Marie, que recorren Suiza en auto-stop, Tanner, en una especie de Easy rider intelectual, nos muestra la real imposibilidad del individuo para elegir libremente en este mundo en que nos encontramos, y que a su juicio es más perceptible en Suiza, «el país más totalitario que existe, pero de un totalitarismo no estridente, con una represión no estridente».

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