Crítica:

Vicente Ameztoy: pintura vasca y nacionalismo

Resulta extraordinariamente peligroso, y más ahora que el tema está de moda, llevar el arte al terreno de las autonomías. La búsqueda de una identidad nacional es problema que afecta muy particularmente a las manifestaciones creativas de la cultura en cuanto éstas se midan como respuestas múltiples de articulación de formas y lenguajes a las expectativas sociopolíticas, peculiaridades, tradiciones, etcétera, de una colectividad, y no de otra.Búsqueda de identidad nacional y nacionalismo político militante no son siempre asimilables y hasta pueden llegar a ser posturas contrapuestas. A la debat...

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Resulta extraordinariamente peligroso, y más ahora que el tema está de moda, llevar el arte al terreno de las autonomías. La búsqueda de una identidad nacional es problema que afecta muy particularmente a las manifestaciones creativas de la cultura en cuanto éstas se midan como respuestas múltiples de articulación de formas y lenguajes a las expectativas sociopolíticas, peculiaridades, tradiciones, etcétera, de una colectividad, y no de otra.Búsqueda de identidad nacional y nacionalismo político militante no son siempre asimilables y hasta pueden llegar a ser posturas contrapuestas. A la debatida cuestión de si existe o no un arte vasco se ha respondido en los últimos años con una afirmación categórica, pocas veces matizada (Javier Serrano ha sido uno de los pocos críticos que ha enfrentado abiertamente el tema en diversas conferencias y escritos, arriesgando la hipótesis de un peculiar tratamiento del color que arrancaría de los vigorosos pintores posimpresionistas, como Fernando de Amárica y Regoyos, y enlazaría en la época actual con los expresionistas abstractos más coloristas, como José Luis Zumeta y Rafael Ruiz Balerdi).

Vicente Ameztoy

Galería Gaztelu. Zarauz.

A la también debatida cuestión de si existe une escuela vasca en la actualidad se ha respondido con la perogrullada de que no existe tal escuela, sino más bien un arte hecho por artistas vascos, que es como no decir nada. El problema, sin embargo, vuelve siempre a plantearse y, en el caso de la exposición que nos ocupa, es particularmente difícil soslayarlo.

Vicente Ameztoy ha sido desde sus comienzos un pintor que se ha movido en el ámbito de la figuración, aún más concretamente del realismo, y que ha ido despojando a su pintura de los pocos vestigios aformalistas que contenía en un principio, a finales de los sesenta.

Especialmente digna de atención es, además, su dedicación al grafismo (diseños de portadas e ilustración de libros, carteles, portadas de la revista Zeruko Argia y de la efímera Euskadi Sioux), que nos explica no poco sobre la pérdida del respeto al óleo como única legitimada carta de presentación de un pintor en la utilización de todo tipo de materiales para sus composiciones-collages (hierbas, papelitos de colores, garabatos, recortes de revistas, etcétera).

Volviendo a su pintura, absoluta constante es la naturaleza. Trastocada, taladrada en los comienzos por blancas simas y posteriormente invadida de elementos extraños, productos sofisticadosde nuestra civilización. En la actualidad, las naturalezas de su pintura se han convertido en algo inquietantemente humano, con una atrayente morbidez cuando la fuente del torrente se convierte en sonriente boca capaz de devorarnos a medida que nos vamos acercando, o cuando las rocas del paisaje adquieren la calidad de la piel. De hecho, las composiciones, agrupadas en unidades de temas claramente eróticos, tienen una misma lectura: la naturaleza es roca, hierba, sangre, piel.... y por todas las modalidades se pasa en suave transición.

El tema de la naturaleza no es, sin embargo, privativo de Ameztoy. Varios jóvenes pintores (Pello Azketa, Ramón Zurriarain, M. P. Herrero y Juan Luis Goenaga, entre otros) participan del mismo interés.

Lejos de afirmar que una identidad nacional vasca -modalidad pintura- pasa necesariamente por el tratamiento de la naturaleza desde diversas formas del realismo, nos contentamos por el momento con afirmar que una de las vías más peculiares y de mayor amplitud es la apuntada.

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