Crítica:FESTIVAL DE SANTANDER

Pina Carmirelli y el conjunto "I Musici"

Está en marcha el 28.º Festival Internacional de Santander después de superar un momento de crisis o, si se quiere, de transición, que hará a la ciudad protagonista y responsable de los ciclos agosteños. Como tantas veces en España, ha sido un acto de voluntad personal, en este caso del delegado del Ministerio de Cultura, González Sobral, razón determinante de que no se produjera un «bache» en la continuidad de un festival que cuenta con un historial brillante y que, junto a los de Barcelona y Granada, representa a España en la Asociación Internacional de Festivales Europeos con sede en Ginebr...

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Está en marcha el 28.º Festival Internacional de Santander después de superar un momento de crisis o, si se quiere, de transición, que hará a la ciudad protagonista y responsable de los ciclos agosteños. Como tantas veces en España, ha sido un acto de voluntad personal, en este caso del delegado del Ministerio de Cultura, González Sobral, razón determinante de que no se produjera un «bache» en la continuidad de un festival que cuenta con un historial brillante y que, junto a los de Barcelona y Granada, representa a España en la Asociación Internacional de Festivales Europeos con sede en Ginebra.Descentralización

Digo lo anterior porque sólo a la luz de las circunstancias cabe enjuiciar rectamente la última edición festivalera que, por supuesto, ha contado con la elaboración de las entidades locales y de la Dirección General de la Música. Con vistas al futuro se ha formado una junta rectora que, a su vez, acaba de designar director del festival aJosé Luis Ocejo. Hombre competente, animoso, buen político y músico, Ocejo, en pocos años, ha hecho del «Ciclo de música coral y organística» que por novena vez se celebra en el Santuano de la Bien Aparecida, de Ampuero, algo modélico, con especial flexión en los músicos montañeses -Monasterio, Sáez de Adana, Vélez, Alegría, Duo Vital -y particular atención a lo contemporáneo español: Montsalvatge, Barja, García Laborda, Josepí Soler, Larrauri y Paniagua. La mirada al pasado -Castro, Nebra-, al extranjero, Reutter, Kurseliner, los ciclos de conferencias, el Festival de Jóvenes Organistas o la Exposición Jesús de Monas terio, son otras dimensiones del empeño que hablan por sí solas del excelente criterio de Ocejo, quien, a buen seguro, enriquecerá el contenido del festival santanderíno hasta dotarle de una fisonomía propia.

Eclecticismo

El ciclo de este año se caracteriza por un amplio eclecticismo junto a un intento de llegar a diversas zonas de público. Seis de las veinte sesiones están dedicadás al «ballet» en tres aspectos: lo popular polaco, lo nacional español y lo clásico cubano; el célebre teatro negro de Praga apareció por dos veces en la Porticada con su característico repertorio y sus fantásticos procedimientos; tres programas de jazz, dos consagrados al elstilo Nueva Orleans y otro protagonizado por Earl Hines y la guitarra de Manolo Sanlúcar alternan con los conciertos de I Musici, Coro de RTVE, dirigido por Blancafort (con audición de «las bodas» de Strawinsky), la Filarmónica de Budapest, dirigida por Andras Korodi y un re.¡tal de Josep Colom. El triunfador en el concurso de piano «Paloma O'Shea» ha revalidado sus recientes triunfos parisienses en un interesante programa, Debussy-Brahms.

Barroco multitudinario

Ya es sabido el gusto universal por la música barroca y, de manera acentuada, la preferencia de la juventud por los Bach, Vivaldi y Albinoni, que, en esta ocasión -junto al estupendo Rossini de la sonata «La Tempestá»-, ocuparon el segundo programa de «I Musici». A la cabeza del conjunto romano está ahora una formidable violinista, un temperamento extrovertido, barroco en su esencia, servido por una técnica de alto vuelo: Pina Carmirello. Ella supone constante incitación al hacer elevado, móvil, continuo y expresivo de «I Musici». Cuando el Bach, a solo o en compañía de Antonio Salvatore, se sitúa en papel de solista, todo brilla de manera admirable. Se nos sirve Bach y su trasfondo italiano. Otro so lista (lo son cuantos forman el grupo), Franceso Strano, ahondó en la grave melancolía vivaldiana y el conjunto inició la audición con la «Sonata en sol menor» de otro maestro veneciano: Tomaso Albinoni. La plaza Porticada que fue lo suficientemente amplia para acoger a casi 3.000 personas; quedó reducida a la hora de albergar su entusiasmo, ese aplauso y ese clamor multitudinarios.

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