Crítica:CINE

Un "western" diferente

A través del huracán es un western poco habitual, lo que un tanto pretenciosamente suele llamarse un filme intelectual, algo así como un intento de desmitificación del género. Ya se sabe qué riesgos corren tal tipo de empresas: dejar la narración en los puros huesos. En la complicada relación que enfrenta al narrador con la anécdota, cuando la retórica o lo convencional se suplanta con hechos supuestamente menos artificiosos por más reales, suele suceder que este pretendido juego o modo de contarnos un tema, el del peso del destino sobre la vida y muerte de los hombres, nos resulta más ...

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A través del huracán es un western poco habitual, lo que un tanto pretenciosamente suele llamarse un filme intelectual, algo así como un intento de desmitificación del género. Ya se sabe qué riesgos corren tal tipo de empresas: dejar la narración en los puros huesos. En la complicada relación que enfrenta al narrador con la anécdota, cuando la retórica o lo convencional se suplanta con hechos supuestamente menos artificiosos por más reales, suele suceder que este pretendido juego o modo de contarnos un tema, el del peso del destino sobre la vida y muerte de los hombres, nos resulta más falso, en vez de acercarnos a ellos o llegarnos a interesar por su suerte.Así sucede en este filme de Hellman, en el que la retórica, lo mismo que los héroes, aparece barrida por un afán de que los hechos no sean más de los que son, a lo largo de la pura acción y alguna vuelta atrás, que añade poco al rigor contenido de la anécdota.

A través del huracán

Dirección: Monte Hellman. Guión: Jack Nicholson. Fotografía: Gregory Sandor. Música: Robert Drasin. Intérpretes: Jack Nicholson, Cameron Mitchell, Tom Filler, Millie Perkins. Estados Unidos. Western. 1966. Local de estreno: Alphaville I.

El guión, escrito por Jack Nicholson, protagonista a la vez de la película, aparece forzado desde un principio, como un camino sin salida para los tres protagonistas, itinerario en el que cada paso les irá acercando al árbol, tan temido, de la horca. El por qué estos hombres, que a fin de cuentas no son forajidos, no se rebelan o tratan de enfrentarse a sus perseguidores para aclarar su verdadera condición, no se halla justificado o explicado del todo, de igual modo que su partida de damas, en vez de huir, una vez más, de un final que adivinan próximo. Incluso el mismo guionista debió de comprenderlo así e intenta justificarlo a través del diálogo. Es como si Hellman y Nicholson se hubieran impuesto desde un principio un ciego fatalismo y para aplicarlo luego, a lo largo de la historia, de un modo frío, casi mecánico.

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