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Amenidad y diversión son las características más notables de estas esculturas musicales, algo desde luego nada despreciable en este tiempo en el que en tantas exposiciones nos acecha una mortal amenaza de aburrimiento. No se trata, desde luego, de la panacea universal, pero resulta muy saludable que Baschet avance y persevere decidido por este camino. Un camino que tiene sus limitaciones, según el punto de vista o de oído con que oigamos o contemplemos sus esculturas. Pero hasta del inevitable eclecticismo formal al que se ve obligado, por estar los materiales y su disposición subordinados a l...

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Amenidad y diversión son las características más notables de estas esculturas musicales, algo desde luego nada despreciable en este tiempo en el que en tantas exposiciones nos acecha una mortal amenaza de aburrimiento. No se trata, desde luego, de la panacea universal, pero resulta muy saludable que Baschet avance y persevere decidido por este camino. Un camino que tiene sus limitaciones, según el punto de vista o de oído con que oigamos o contemplemos sus esculturas. Pero hasta del inevitable eclecticismo formal al que se ve obligado, por estar los materiales y su disposición subordinados a la función sonora, sabe sacar Basche partido. Flores mecánicas o máquinas florales, cortadas a la medida de un jardín futurista un tanto retro, pero cuyo sonoro olor resulta ameno, divertido y hasta gracioso.

François Baschet

Esculturas musicales. Fundación Miró. Barcelona

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