La "Khowantchina", por la Opera de Kiev

Inauguración del Festival de la Opera

El XVI Festival, de la Opera madrileño ha comenzado de modo brillante con la actuación de la excelente compañía del Teatro de la Opera de Kiev.No cabe duda de que la Khovantchina representa uno de los momentos cumbres de toda la ópera rusa, si bien su calidad ha quedado a menudo eclipsada por la obra maestra del mismo Moussorgsky, Boris Godunov. Moussorgsky fue, frente a Cui, Borodin y Rimsky-Korsakov, el único seguidor de esa generación de la tendencia declamatoria y realista iniciada por Dargomijsky. Sin embargo, en Moussorgsky este realismo nacionalista va unido a una profundi...

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El XVI Festival, de la Opera madrileño ha comenzado de modo brillante con la actuación de la excelente compañía del Teatro de la Opera de Kiev.No cabe duda de que la Khovantchina representa uno de los momentos cumbres de toda la ópera rusa, si bien su calidad ha quedado a menudo eclipsada por la obra maestra del mismo Moussorgsky, Boris Godunov. Moussorgsky fue, frente a Cui, Borodin y Rimsky-Korsakov, el único seguidor de esa generación de la tendencia declamatoria y realista iniciada por Dargomijsky. Sin embargo, en Moussorgsky este realismo nacionalista va unido a una profundización de sus personajes, que, lejos del esquematismo, manifiestan una complejidad que a menudo roza lo ambíguo. De este modo, Moussorgsky -él mismo lo escribe- pretende «investigar constantemente los rasgos más delicados y más sutiles de la naturaleza humana -de la muchedumbre humana-, seguirlos hasta las regiones desconocidas y hacerlos nuestros». Esto hace, como afirma Rosa Newinarch, que el interés dramático se encuentre disperso, y, sin embargo, la Khovantchina puede cautivar al oyente de hoy no sólo por su belleza melódica, por su escritura maestra, por la atractiva instrumentación de Rimsky-Korsakov, sino también, y principalmente, por la expresión del sentir de un pueblo (Moussorgsky recurrió a las fuentes populares y eclesiásticas), que es el verdadero protagonista de la obra y que a través de su alegríá, de su humor, de su fanatismo o de su misticismo se manifiesta en toda su riqueza.

La partitura posee la habilidad de crear una situación dramática con un mínimo de recursos, como sucede magistralmente en un Verdi. Recordemos, por ejemplo, la escena del asesinato del príncipe Khovansky, en el que un solo motivo rítmico en los bajos produce todo el dramatismo de la situación.

La versión de la Opera de Kiev es magnífica. Si la orquesta suena muy bien, los coros son excelentes, y el coro a capella con que acaba el segundo acto constituyó uno de los mejores momentos de la noche.

Dentro de un muy alto nivel de solistas, destacó el formidable bajo A. Kocherga (Dositeo), tanto por voz como por musicalidad; su actuación en el último cuadro fue superior.

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