TEATRO

El TEC estrena "Don Carlos", de Schiller

La compañía de Teatro Estable Castellano (TEC) estrena esta noche, en el teatro de la Comedia, la obra Don Carlos, infante de España, del dramaturgo alemán Friedrich Schiller, en versión de Enrique Llovet. Las sesiones de preestreno, práctica que se extiende en los teatros madrileños, se celebraron el sábado y domingo pasados. En la obra participan catorce actores de la compañía, y como invitados, Victoria Vera y José Luis Pellicena. Con dirección escénica de José Carlos Plaza, interviene en el montaje el equipo de dirección del TEC: Miguel Narros, Arnold Tarraborrelli y William Layton, con es...

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La compañía de Teatro Estable Castellano (TEC) estrena esta noche, en el teatro de la Comedia, la obra Don Carlos, infante de España, del dramaturgo alemán Friedrich Schiller, en versión de Enrique Llovet. Las sesiones de preestreno, práctica que se extiende en los teatros madrileños, se celebraron el sábado y domingo pasados. En la obra participan catorce actores de la compañía, y como invitados, Victoria Vera y José Luis Pellicena. Con dirección escénica de José Carlos Plaza, interviene en el montaje el equipo de dirección del TEC: Miguel Narros, Arnold Tarraborrelli y William Layton, con escenografía de Andrea d'Odorico, música de Mariano Díaz y luminotecnia de José Luis Rodríguez.

Es el tercer espectáculo que el TEC presenta en la actual temporada, tras los estrenos de Así que pasen cinco años, de García Lorca, y Tío Vania, de Chejov, actualmente en cartel. El próximo verano tienen prevísto realizar una gira por Castilla con las tres obras y representar Don Carlos en El Escorial.Friedrich Schiller (1759-1805) escribió Don Carlos en 1784, una tragedia histórica sobre el hijo de Felipe II y María de Portugal, cuya vida (1545-1568) y las distintas versiones de su muerte le convirtieron en uno de los héroes históricos del romanticismo.

«Con el montaje de Don Carlos -declaró a EL PAÍS José Carlos Plaza- queríamos presentar un texto romántico, después de los tratamientos surrealista de Lorca y realista de Cliejov, con el aliciente de sftun tema cercano a nosotros: la "leyenda negra" española. Hemos trabajado en la parte romántica de la obra, en sus personajes, y en otro espacio de la corte y el rey, entendido como una pirámide de poder, con tratamiento de expresionismo alemán. El único problema ha sido reducir las cinco horas de la obra a una duración laboral de las dos funciones.»

«Schiller -añade- representa la gran fuerza vítalísta frente a la marginación del poder. Es un precursor de un movimiento reivíndícativo a nivel vitalista que defiende "la libertad de los sentimientos" y la libertad del hombre por encima de todo. En este sentido está muy próximo a nosotros, con una sociedad que lucha por una revolución de tipo moral. El genio del dramaturgo alemán sitúa en la obra un plano político, del Estado frente al individuo, y un plano social, el de los intereses económicos de la España de Felipe II, además del individuo que lucha contra las marginaciones y el poder de un sistema establecido.»

En la escena, como una cantata, aparecen, entre otros, los personajes de don Carlos, Isabel de Valois, Felipe II, los duques de Alba y Lerma, la princesa de Eboli, la duquesa de Olivares y el gran inquisidor del reino. «Schiller escribió un poema dramático, donde mezcla hechos históricos, sin respetar la historia que, por otra parte, no ha esclarecido todas las motivaciones de los personajes. Pienso que la locura de don Carlos está creada por una sociedad vigilante y opresiva. Schiller no ofrece una lección política, sino que da una contestación humana a una política dictatorial. En la obra están el poder y el, amor, enmarcados en un ambiente social. Es absolutamente vigente: la dictadura moral de Felipe II, que obliga a un determinado comportamiento de los hombres.»

En opinión de Enrique Llovet, autor de la versión, Don Carlos es «una defensa apasionada de la libertad política y un tema terrible para los españoles». «Una obra de política y amor, una meditación dramática en que Schíller se preocupa mucho más del rigor en el análisis y la reflexión consecuente que del puntillismo histórico. El autor no va a pedirnos que veamos la historia, sino el conflicto: un drama de amor escrito en el mismo centro de sensibilidad histórica que está vibrando con la gran lucha humana por más libertad y más justicia.»

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