Crítica:CINE

Dime con quién te acuestas y te diré quién eres

Vilgot Sjöman es un especialista en cierto tipo de cine de provocación, destinado a plantear problemas cuando no controversias éticas y morales, no en sociedades más o menos puritanas, sino en su propio país, en la misma Suecia.Si hubo un tiempo en que España, a juzgar por cierto tipo de literatura vertida sobre ella, venía a ser una función eterna a base de cigarreras especialistas en el noble arte de crotalogía, Suecia, a través del cine de Sjöman, se hallaría poblada casi exclusivamente por una tropa variopinta de lesbianas estúpidas y travestis horteras a los que, por cierto, el doblaje es...

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Vilgot Sjöman es un especialista en cierto tipo de cine de provocación, destinado a plantear problemas cuando no controversias éticas y morales, no en sociedades más o menos puritanas, sino en su propio país, en la misma Suecia.Si hubo un tiempo en que España, a juzgar por cierto tipo de literatura vertida sobre ella, venía a ser una función eterna a base de cigarreras especialistas en el noble arte de crotalogía, Suecia, a través del cine de Sjöman, se hallaría poblada casi exclusivamente por una tropa variopinta de lesbianas estúpidas y travestis horteras a los que, por cierto, el doblaje español ha enriquecido a su manera con la habitual variedad de tonillos más propios de revistas teatrales al uso que de una cinematografía seria. Este friso con el que el realizador desafía una vez más a su propia censura, a lo largo de un más difícil todavía, se completa con un coro pintoresco que incluye todo tipo de desviaciones pederastas, exhibicionistas, necrófilas y voyeaurs. También en alguna ocasión cruzan por las desiertas calles de Estocolmo algún grupo de personas normales.

Tabú

Director: Vilgot Sjöman. Intérpretes: Kiell Berqvist, Licka Siöman, Halvar Björk, Gunnar Biörnstrand, Viveca Lindfors. Suecia. Dramático. 1977. Local de estreno: Benavente y Duplex I.

A fuerza de querer quedar a bien con todos, con los creyentes y con los no creyentes, con los normales y con los anormales, con los insolidarios y con aquellos que, como su protagonista, predican la caridad del amor ayudando a los ancianos en cuestiones sexuales o enseñando a los niños a masturbarse, consigue un filme de tal ambigüedad que a lo más que llega es al simple reportaje. Este desorden aparente apunta, sin embargo, más que a la razón del espectador al bolsillo de cierto espectador, más que al espectáculo en sí, a los fríos balances de taquilla. Como en el caso de Borowczyk, nos hallamos aquí ante un notable realizador, cuyos filmes siempre incluyen momentos de buen arte, aciertos indudables, borrados en muchos casos por un afán impenitente de provocación.

Como en el anterior filme Yo soy curiosa, también aquí tal tipo de curiosidad se refiere a una muchacha cuyo periplo, paralelo al sexo, sirve al realizador para mostrarnos su versión particular, un tanto superficial y deformada, entre lo trágico y lo grotescto, de todo tipo de placeres del cuerpo.

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