Crítica:CINE

Un Bergman sin Bergman

FERNANDO TRUEBATanto Bergman como otros presuntos genios oficiales del cine moderno son el blanco privilegiado de todo tipo de burlas, parodias y pastiches. Lo cierto es que es tan fácil y tentador parodiar a Bergman como imposible parodiar a Hawks. Sin proponérselo, Bergman ha creado una escuela universal, cuyo funesto alcance está aún por determinar. Si bien a Bergman nadie puede negarle su profesionalidad, su habilidad para contarse a sí mismo cien veces, bajo formas más o menos distintas, mediante la concienzuda aplicación de unas reglas que le son propias y que maneja como nadie. A...

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FERNANDO TRUEBATanto Bergman como otros presuntos genios oficiales del cine moderno son el blanco privilegiado de todo tipo de burlas, parodias y pastiches. Lo cierto es que es tan fácil y tentador parodiar a Bergman como imposible parodiar a Hawks. Sin proponérselo, Bergman ha creado una escuela universal, cuyo funesto alcance está aún por determinar. Si bien a Bergman nadie puede negarle su profesionalidad, su habilidad para contarse a sí mismo cien veces, bajo formas más o menos distintas, mediante la concienzuda aplicación de unas reglas que le son propias y que maneja como nadie. Ahora bien, sus numerosos discípulos, al vulgarizar y sistematizar los métodos del maestro, son quienes han mostrado que lo que la obra de éste representa, antes que nada, es la vuelta a una especie de psicologismo, más impúdico de lo que cualquier realismo puede aceptar. A los personajes bergmanianos se les sale el alma por la boca, algo que a cualquier guionista ortodoxo le parecería más propio del estado de embriaguez que de la presunta cotidianeidad en que nos viene envuelto.El hecho de que Ingmar Bergman parece, en los últimos tiempos, haberse separado definitivamente del cine sueco, es lo que ha movido a tres de sus colaboradores a la descabellada idea de hacer un Bergman sin Bergman. Erlan Josephson e Ingrid Thulin (actores) y Sven Nykvist (director de fotografía) han escrito y dirigido Uno y uno, filme amorfo, dispbrso, fácil, inmaduro y vacío. Uno y uno, según sus autores, es la imposibilidad de la pareja, del dos. Una mujer, insatisfecha y en la cincuentena, decide emplear sus días en alguna causa más noble y elevada que las de sus días jóvenes. Para ello resucita una relación de su infancia, la que le unía.a su primo Tio Dan, individuo inmaduro, infantil, cabeza de turco de todas las bromas y humillaciones infantiles. La necesidad de ayudar a alguien, de ser útil, de la protagonista la lleva a una reutilización del frágil Tio Dan, quien, a pesar de ser casi un retrasado mental, tiene la fuerza suficiente para rebelarse. Una historia sobre dos seres almacenadores de traumas, cuyo único deporte es la divagación autotorturadora y cuya única relación extraexistencial consiste en visitarse desnudos a media noche. Ylva y Tio Dan nos quedan mucho más lejanos que las extraterrestres criaturas de La guerra de las galaxias. El triunvirato firmante necesita casi dos horas para llegar a la conclusión insultantemente evidente de que el yo no es negociable. El recorrido merece aún menos la pena que la conclusión. Cada uno de los tres directores se dirige a sí mismo. Quien más destaca -para mal- es Erland Josephson, actor, al parecer perdido desde su Nietszche, para la Cavani, quien se entrega a una histriónica caracterización de Tio Dan, donde se permite todo tipo de excesos, hasta degenerar en un trabajo más de clown que de actor.

Uno y uno (En och en)

Directores: Erland Josephson, Ingrid Thulin y Sven Nykvist. Guión: E. Josephson, I. Thuliny S. Nykvist, sobre un argumento original de E. Josephson. Fotografía: Sven Nykvist. Música: Palestina y Sallinen. Intérpretes: Erland fosephson, Ingrid Thulin, Björn Gustafesson y Sven Lindberg. Suecia, 1977. Local de estreno: Bellas Artes.

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