Cartas al director

Todavía las Humanidades y eI CSIC

El incendio del edificio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Duque de Medinaceli, al lado de la catástrofe que ha supuesto, que pudo haber sido todavía mucho mayor, ha tenido al menos una virtud: sensibilizar a la opinión pública sobre los problemas de las Humanidades y atraer la atención del Ministerio de Educación, más concretamente, sobre los de las Humanidades en el Consejo.Es triste que las cosas tengan que llegar a estos extremos para que se logren algunos resultados, pero parece que ahora, por fin, va a reedificarse aquel centro en forma adecuada al trabajo que en él ...

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El incendio del edificio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Duque de Medinaceli, al lado de la catástrofe que ha supuesto, que pudo haber sido todavía mucho mayor, ha tenido al menos una virtud: sensibilizar a la opinión pública sobre los problemas de las Humanidades y atraer la atención del Ministerio de Educación, más concretamente, sobre los de las Humanidades en el Consejo.Es triste que las cosas tengan que llegar a estos extremos para que se logren algunos resultados, pero parece que ahora, por fin, va a reedificarse aquel centro en forma adecuada al trabajo que en él se realiza.

Ahora bien, en el escrito que firmamos casi todos los que allí trabajamos, pedíamos, además de esa reedificación, dos cosas más: que se repusieran en la medida de lo posible las bibliotecas destruidas y que se sacara al trabajo en Humanidades dentro del Consejo del estado de miseria en que viven: aludíamos a los trabajos en equipo, a las bibliotecas y a las publicaciones.

No tengo noticias sobre el primer extremo, que espero se solucione satisfactoriamente. Pero sí querría dar aquí algunos datos sobre el último, que tiende a considerarse como una exageración nuestra y a pasar inadvertido.

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A los pocos días del incendio se nos dan instrucciones para redactar los presupuestos que se solicitan para 1979. Conforme a ellas, lo que podemos solicitar para la compra y edición de libros en un Instituto como el Antonio de Nebrija de Filología Clásica son poco más de 700.000 pesetas. Hablo de este instituto porque es el que conozco, pero el caso es común para todos. Puede servir, pues, de ejemplo.

Nuestra biblioteca, con más de 60.000 volúmenes y de trescientas revistas especializadas, la mejor de España en este campo, en forma alguna puede mantenerse al día con esa cantidad. Es decir, lo que queda para publicar es exactamente cero (a excepción de la revista que publicamos, que va aparte).

O sea, a nosotros y a los demás se nos condena a una degradación progresiva de la biblioteca y a no publicar. Y, sin embargo, tenemos el compromiso de sacar adelante, la Colección Hispánica de Autores Griegos y Latinos, que desde que el Consejo se hizo cargo de ella en 1972 no ha impreso y sacado a la luz ni un solo volumen.

Esto, ya digo, es sólo un ejemplo pero creo que expresivo.

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