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Apresúrense ustedes a ver la exposición de Vostell en el museo de Arte Contemporáneo, porque buena parte de ella -la que se alojaba en los soportales, concretamente- está ya casi al borde de la ruina. No nos parecería improbable el que Vostell viera con buenos ojos este deterioro sobreañadido a sus obras, pero, en cualquier caso, el espectáculo es cada vez más deprimente y no hay modo de distinguir entre los despojos catalogados y los que azarosamente arrastran la lluvia y el barro de estos últimos días.Recién clausurada la exposición de Bores, vuelve la Escuela de París, con la que se celebra...

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Apresúrense ustedes a ver la exposición de Vostell en el museo de Arte Contemporáneo, porque buena parte de ella -la que se alojaba en los soportales, concretamente- está ya casi al borde de la ruina. No nos parecería improbable el que Vostell viera con buenos ojos este deterioro sobreañadido a sus obras, pero, en cualquier caso, el espectáculo es cada vez más deprimente y no hay modo de distinguir entre los despojos catalogados y los que azarosamente arrastran la lluvia y el barro de estos últimos días.Recién clausurada la exposición de Bores, vuelve la Escuela de París, con la que se celebra de Pedro Flores (1897-1967) en la galería Jorge Juan (Jorge Juan, 11). Flores fue incluido por Mercedes Guillén, en un libro ya clásico (Artistas españoles de la Escuela de París, Madrid, 1960), dentro de esa equivoca escuela, pero contrariamente a sus miembros más conspicuos, cono el propio Bores, Viñes, Peinado o Manuel Ángeles Ortiz, se mantuvo un tanto al margen de la fascinación por Picasso. Flores, que llegó a París en 1928, pensionado por la Diputación de Murcia, alcanzaría allí cierta fama como escenógrafo y figurinista.

En la galería Grupo 15 (Fortuny, 25) se expone la última carpeta editada por su taller de estampación: Libro a cuatro, que reúne seis litografías de Gerardo Delgado, José Ramón Sierra y Juan Suárez, y tres poemas, estupendos, por cierto, de Jacobo Cortines. No se trata, sin embargo, de una reunión ocasional, como es frecuente en este tipo de ediciones, sino que resulta de una ya vieja relación sevillana, confirmada anteriormente por varias exposiciones colectivas y una revista.

Aunque habremos de volver sobre ella con más detenimiento, no podemos dejar de recomendar la exposición de litografías de Richard Lindtter (1901-1977) en la galería Cellini (Bárbara de Braganza, 8). Afincado en EEUU, el alemán Lindner era, sin duda, uno de los pintores ineludibles de ese cajón de sastre que se llamó el pop, y era también, sin pretenderlo, el ojito derecho de Deleuze/Guattari.

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