El incendio del CSIC

Como EL PAIS el sábado día 2 de diciembre, echando la ojeada rápida a la primera página, topo con la información sobre el incendio ocurrido en el Consejo y me detengo temblando. He de reconocer que cuando leo informaciones de este tipo, incendios, destrozos, negligencias irreparables en museos, archivos y bibliotecas, tiemblo. Ahora mismo, cuando estoy en la máquina redactando esto, estoy temblando, y no saco las cosas de quicio en un alarde de sensacionalismo.No soy ningún bibliófilo, no soy ese intelectual de cátedra que presenta evaluaciones sensatas, porque conoce a fondo tal cuestión, res...

Como EL PAIS el sábado día 2 de diciembre, echando la ojeada rápida a la primera página, topo con la información sobre el incendio ocurrido en el Consejo y me detengo temblando. He de reconocer que cuando leo informaciones de este tipo, incendios, destrozos, negligencias irreparables en museos, archivos y bibliotecas, tiemblo. Ahora mismo, cuando estoy en la máquina redactando esto, estoy temblando, y no saco las cosas de quicio en un alarde de sensacionalismo.No soy ningún bibliófilo, no soy ese intelectual de cátedra que presenta evaluaciones sensatas, porque conoce a fondo tal cuestión, respecto de la pérdida que supone la destrucción de tal o cual archivo; sólo soy un estudiante de cuarto curso de Historia que comprende apasionadamente la importancia de los archivos, museos, bibliotecas, etcétera, y que, en principio, defiende su conservación por el mero hecho de ser «papel viejo», sin poderme detener, por ignorancia, a catalogar como «muy» o «poco» importante tan irreparable pérdida.

Y como la indignación es muy grande, tanto que degenera en rabia e impotencia, te acuerdas de aquel o aquellos que, por ostentar cargos en la Administración, tienen el deber de «conservar» y «proteger» nuestro inmenso patrimonio hístórico-artístico.

(Ciudad Real)