Tribuna:

Maribel y la corrida mixta

Ya ha debutado Maribel Atiénzar en Madrid, ya ha triunfado en la primera plaza del mundo, ya ha demostrado que no es ni melindrosa ni hombruna, sino que sabe torear -así de simple, así de difícil-, y es hora, por tanto, de que abandone el montaje de la corrida mixta.La corrida mixta es un truco que seguramente da dinero a quien la administra, pero desdice todo el sentido del espectáculo taurino, en el que, además de la lidia individuallzada de cada res, es importante la competencia.

El novillero que programa su campaña incrustado entre matadores de toros -éstos, con cuatreños o c...

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Ya ha debutado Maribel Atiénzar en Madrid, ya ha triunfado en la primera plaza del mundo, ya ha demostrado que no es ni melindrosa ni hombruna, sino que sabe torear -así de simple, así de difícil-, y es hora, por tanto, de que abandone el montaje de la corrida mixta.La corrida mixta es un truco que seguramente da dinero a quien la administra, pero desdice todo el sentido del espectáculo taurino, en el que, además de la lidia individuallzada de cada res, es importante la competencia.

El novillero que programa su campaña incrustado entre matadores de toros -éstos, con cuatreños o cinqueños, aquél, con erales o utreros- sin querer alternar con otros espadas de suescalafón -así Paco Alcalde, antes de su alternativa, sin ir más lejos- es un torero que no puede dar su medida real, acaso porque teme salir perdedor en la confrontación con los compañeros.

La mujer irrumpió en el mundo taurino con todos los derechos y lo ideal es que cuaje este movimiento, hasta el punto de que haya toreras en gran numero capacitadas para el oficio. El arte y la técnica de torear no tienen por qué ser capacidades exclusivas del hombre, y no lo son.

Pero lo que no puede pretender la mujer, ni nadie en su nombre, entre quienes mangonean el espectáculo, es, una vez conseguida la igualdad, reivindicar un trato de excepción. El cual es fin que se pretende y se consigue con las corridas mixtas, donde la actuación de los matadores de alternativa resulta forzosamente desairada (con injustos resultados), donde todos los favoritismos concurren en la novillera, y donde no hay el adecuado punto de referencia para calibrar el mérito de su labor en relación con lo que hicieron los otros espadas y con el trapío de las reses que le son escogidas de antemano.

Si, además de saber torear, Maribel Atiénzar es torera (en verdad no son las mismas cosas), tiene la obligación de seguir su carrera en las mismas condiciones que los novilleros y el derecho a la oportunidad de superarles en legítima competencia. Si no es torera, pues sólo sabe torear al carretón, y eso es todo, que pase a otro tipo de espectáculos, sean becerradas alternando con otras mujeres, festejos cómicos o lo que inventen.

Maribel y la corrida mixta, por muchas tablas y mucha casta que aquélla tenga (casta con te, no con pé, como alguien nos transcribió en cierta ocasión), es un engendro que la naturaleza misma de la fiesta rechaza, y aún más en Madrid.

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