Crítica:XV FESTIVAL DE LA OPERA

Clausura con "El ocaso de los dioses"

Resulta peliagudo el montaje aislado, en un teatro no estable de ópera, de una obra como El ocaso de los dioses. Sin embargo, hemos de consignar que el nivel alcanzado en la representación de La Zarzuela, que clausura el XV Festival de la Opera, fue muy considerable. Más aún: en ningún momento tuvimos que recordar esa condición de hecho aislado a lo largo de toda la ópera, pues si bien el grupo coral (perteneciente al Coro Nacional) acusó, cierta inseguridad, tales titubeos son frecuentes hasta en teatros de campanillas. Por laas voces elegidas, por los escenarios y vestuarios, p...

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Resulta peliagudo el montaje aislado, en un teatro no estable de ópera, de una obra como El ocaso de los dioses. Sin embargo, hemos de consignar que el nivel alcanzado en la representación de La Zarzuela, que clausura el XV Festival de la Opera, fue muy considerable. Más aún: en ningún momento tuvimos que recordar esa condición de hecho aislado a lo largo de toda la ópera, pues si bien el grupo coral (perteneciente al Coro Nacional) acusó, cierta inseguridad, tales titubeos son frecuentes hasta en teatros de campanillas. Por laas voces elegidas, por los escenarios y vestuarios, por la sobria regie, por la Orquesta Ciudad de Barcelona, se logró un conjunto coherente, natural, brillante y expresivo en no pocos casos. La disposición escénica, basada en bocetos de Dominik Hartmann realizados, en Madrid, por Manuel López, jugaba en gran medida con efectos luminotécnicos y proyecciones. Se consiguió, gracias a la buena ideación y materialización del pensamiento escenográfico, el ambiente adecuado para el argumento y, sobre todo, para lo que, en definitiva, manda en Wagner: la música. Todas las concepciones wagnerianas -literarias, poéticas, filosóficas, políticas- han sido discutidas y puestas en tela de juicio por los más diversos e ilustres comentaristas. Sólo la cima musical que significa la obra wagneriana fue y es reconocida por todos, desde Falla a Boulez, pasando por Ortega. Discutidos o no, los supuestos del compositor- pensador o, como dice Mann, el músico-poeta y poeta-músico, se albergan en la música, son asumidos por unos pentagramas capaces de producir asombro cada vez que vuelven a sonar. También se encuentra en ellos si no la música del futuro, mucho del futuro musical.Lubomir Romansky es -un director de ya larga experiencia. Trabajó al máximo rendimiento y superó el buen orden entre los distintos elementos para hacer versión. Si no se aparta de las mejores tradiciones, ello no quita mérito ni personalidad a Romansky. Cort él fue protagonista de la noche el director escénico, Walter Eichnner. En cuanto al reparto, me parece que los hombres superaron a los papeles femeninos, si bien es siempre interesante y bella la Brunilda de Berit Lïndholm; la Gultrune de Johanna Maler y la Waltrauta de Ruth Hesse se alinearon en un mismo orden de calidad, tanto por los valores musicales como por la posesión de voces espléndidamente idóneas. Las normas y las hijas del Rhin (Hesse, Staford, Meier, Vogel, Llebman y Finme) sumaron valores individuales y de conjunto.

Jean Cox no necesita tampoco presentación como Sigfredo, pues lo es con categoría y hábito internacionales. Lo que, en sus respectivos papeles, cabría afirmar de Norman Bayley (Gunther), Bengt Rundgreen (Hagen) y Bjorn Adker (Alberich). Todos contribuyeron a un Ocaso convincente cuando no era emocionante. En la suma de esfuerzos quiero destacar la flexibilidad y excelente profesionalidad de la orquesta barcelonesa, buena conocedora de la música wagneriana. Traerla para esta representración me parece acierto completo.

El Ministerio de Cultura, a través de la Dirección General de Música, se ha apuntado en su haber un excelente festival, algo que podríamos denominar ya breve temporada, abierta a mayor cantidad de público gracias a la tercera representación de cada título a precios reducidos y a la difusión obtenida de la radio y TVE. Se alcanza así el máximo rendimiento a un gasto forzosamente elevado, pues la ópera es espectáculo caro allí donde levanta sus telones. Más hoy, cuando el hábito del disco impone unos mínimos de calidad que, en otro tiempo, pisarían la zona de los ,máximos. No quiero dejar en el tintero mi lamentación por la ausencia de título español, cosa que debe remediarse en el XVI Festival, ya en organización avanzada. Que haya pasado el centenario de Conrado del Campo sin reposición de una de sus óperas se me antoja grave carencia. No debe repetirse.

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