Crítica:CINE

Sebastián Underground

Si tiene usted un grupo de amigos homosexuales y dispone de un millón de pesetas, aproximadamente, puede tomarse unas breves vacaciones en Cerdeña y, al mismo tiempo, realizar una película underground. Paul Humfress y Derek Jarman lo han entendido así, y, en un estilo que va de Ken Rusell a Kenneth Anger, han realizado esta versión particular de la vida de uno de los primeros santos del cristianismo.Rodado todo él en playas inhóspitas a fin de realizar el total protagonismo de los cuerpos, el filme se inicia con una breve secuencia donde se evoca, con reducidos medios, la corte homosexu...

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Si tiene usted un grupo de amigos homosexuales y dispone de un millón de pesetas, aproximadamente, puede tomarse unas breves vacaciones en Cerdeña y, al mismo tiempo, realizar una película underground. Paul Humfress y Derek Jarman lo han entendido así, y, en un estilo que va de Ken Rusell a Kenneth Anger, han realizado esta versión particular de la vida de uno de los primeros santos del cristianismo.Rodado todo él en playas inhóspitas a fin de realizar el total protagonismo de los cuerpos, el filme se inicia con una breve secuencia donde se evoca, con reducidos medios, la corte homosexual de Diocleciano, en la que el protagonista es acusado de amistad con los cristianos. Desterrado a un lugar apartado del imperio, pacifista a ultranza y oscuro objeto del deseo del centurión Severo, al obstinarse en negarle sus favores acabará ajusticiado, tal como la iconografía nos lo muestra, atado a un poste, atravesado por las flechas de sus compañeros.

Sebastiane

Dirección y guión: Paul Humfress y Derek Jarman. Intérpretes: Leonardo Trevliglio, Barney James, Neil Kennedy. Gran Bretaña. Histórico. 1976. Local de estreno: Drugstore.

Si formalmente el relato no añade gran cosa a los filmes de sus maestros, en lo que a la palabra se refiere aporta, al menos, una novedad: sus diálogos en latín. Bien, es verdad que se trata casi siempre de un latín de soldados con acento anglosajón y que, por defecto del sonido, la mayor parte de las veces resulta ininteligible, pero con la ayuda de los rótulos castellanos los que gustan de las lenguas clásicas pueden seguir en ocasiones esta versión revisada por un conocido especialista de Oxford.

Otro tipo de especialistas: los que gustan por vocación o simple curiosidad del cuerpo masculino, también pueden seguir aquí una versión actualizada de viejos actos, provocaciones, posturas, ritos, ósculos y abrazos, ralentizados a veces como en los filmes de Peckinpah, menos crueles, pero más cordiales. Pues en la historia que este filme nos cuenta, la historia es lo de menos, reducida en gran parte a una aburrida apoteosis física de sudor, epidermis y tedio. Sebastián viene a ser en ella un pretexto ambiguo, contradictorio entre sus palabras y sus hechos, entre el amor del centurión, que «es como un sol que acaricia su cuerpo» y su rechazo, que habrá de condenarle.

Sebastián, así, a medias resignado y agradecido, símbolo y víctima a un tiempo de amor homosexual, tal como algunos han creído adivinar en su numerosa iconografía, desde los prerrafaelistas hasta el magnífico desnudo de El Greco, aparece entrevisto apenas en esta fiesta realizada en un estilo elemental, donde los actores luchan, danzan o dialogan, más pendientes de su anatomía que de la suerte del futuro mártir o el latín que los títulos van traduciendo.

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