Crítica:CINE

Crónicas fascistas

Entre la avalancha de filmes-documento que ha tenido lugar en los dos últimos años hay de todo: buen y mal cine, teniendo en cuenta que en la mayor parte de este tipo de películas los criterios extracinematográficos privan sobre los cinematográficos.A propósito de Pinochet es un filme modélico. Vale más por lo que muestra que por lo que dice, por lo cual habla poco y muestra siempre más de lo permitido. Dos cineastas de la República Democrática Alemana obtuvieron permiso para filmar en dos campos de concentración chilenos, haciéndose pasar por un equipo de televisión de la...

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Entre la avalancha de filmes-documento que ha tenido lugar en los dos últimos años hay de todo: buen y mal cine, teniendo en cuenta que en la mayor parte de este tipo de películas los criterios extracinematográficos privan sobre los cinematográficos.A propósito de Pinochet es un filme modélico. Vale más por lo que muestra que por lo que dice, por lo cual habla poco y muestra siempre más de lo permitido. Dos cineastas de la República Democrática Alemana obtuvieron permiso para filmar en dos campos de concentración chilenos, haciéndose pasar por un equipo de televisión de la República Federal. Heinowski y Scheumann sólo pudieron filmar en dos campos de los más de cien que había en la época en que fue rodada la película: primavera del 74. Mientras sus cámaras filmaban, fueron estrechamente vigilados y, por supuesto, gran parte de las instalaciones del campo permanecieron vetadas, a excepción de los despachos de la dirección, no pudo rodarse en ningún interior. La falta de patetismo que de todo ello se deduce redunda en beneficio de la película, que se convierte en un documental sobre el lado absurdo y, grotesco del fascismo, un documental sobre los rostros de los hombres y mujeres recluidos, cristianos de izquierda, simpatizantes de partidos de izquierda, socialistas, comunistas... que llevan meses esperando no ya su liberación, sino el que se les diga de qué se les acusa. Entretanto el tiempo pasa. Muchos no resisten. El médico del campo nos informa de que la enfermedad más frecuente es la neurosis depresiva. El que quiera huir de ella tiene dónde escoger: fabricar ceniceros y todo tipo de souvenirs para turistas es la única actividad posible. «Trabajan para el bien común» dirá el comandante del campo, para luego añadir con orgullo: «Aquí hay artistas, gente de un gran talento...» ¡Qué bien! O que los prisioneros «están rebosantes de salud moral y física».

A propósito de Pinochet (Ich war, ich bin, ich werde sein)

Guión y dirección: Walter Heynowski y Gerhard Scheumann. Fotografía: Peter Hellmich. República Democrática Alemana, 1974. Local de estreno: Duplex 2

En un momento de descuido de sus vigilantes, las cámaras de Heinowski y Scheumann captan unas imágenes insólitas y prohibidas: los más jóvenes, separados del resto de los prisioneros, desfilan en columnas, cantando continuamente himnos militares: debe tratarse de algún nuevo método pedagógico de reestructuración mental.

Pero quizá la intervención más disparatada, la más grotesca, la más surrealista, corre a cargo de otra alta jerarquía de los campos chilenos, conocido agente de la CIA. El sujeto en cuestión se manifiesta partidario de suprimir las visitas a los presos. Fundamentalmente, «por una simple razón humanitaria: no está bien mostrar a los hombres sufriendo...».

Se dice que las cárceles son el reflejo de las sociedades que las poseen: frente al espejo que trazan Heinowski y Scheumann, la dictadura chilena toma el rostro de un modelo cuyas posibilidades de representación escapan a toda técnica realista para entrar dentro del expresionismo más desencajado.

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