Crítica:CINE

Un error de producción

Suele afirmarse hoy, aludiendo a la importancia en el cine del trabajo de equipo, que cualquier artesano, auxiliado por un buen plantel de colaboradores, es capaz de sacar adelante, si no un filme excelente, al menos un producto elaborado, digno y hasta, si se quiere, capaz de competir en festivales. Quien tal piense debe ver Candy, de Christian Marquand y leer acto seguido la novela de Terry Southern Mason. Podrá comprobar cómo un relato ingenioso y divertido se convierte en manos de un selecto aficionado en una serie de historietas menores, de capítulos dialogados con gracia pero sin ...

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Suele afirmarse hoy, aludiendo a la importancia en el cine del trabajo de equipo, que cualquier artesano, auxiliado por un buen plantel de colaboradores, es capaz de sacar adelante, si no un filme excelente, al menos un producto elaborado, digno y hasta, si se quiere, capaz de competir en festivales. Quien tal piense debe ver Candy, de Christian Marquand y leer acto seguido la novela de Terry Southern Mason. Podrá comprobar cómo un relato ingenioso y divertido se convierte en manos de un selecto aficionado en una serie de historietas menores, de capítulos dialogados con gracia pero sin conexión entre sí, y demasiado prolijos cuando no desmesurados. Como deformación o última consecuencia del «cine de estrellas» se nos ofrece para apuntarlos un conjunto de rostros o, por mejor decirlo, de nombres, no ya afines al oficio de actor sino con brillo propio en diversas latitudes con lo que la distribución debería mostrarse asegurada. Así, juntoa Marlon Brando o Richard Burton, Ringo Starr o Aznavour llevan a cabo cada cual su número con más o menos eficacia pero siempre cuidando de ser reconocidos. Galería de retratos famosos, más que contar la historia, antes que componer una película, recuerdan esos festivales benéficos tradicionales en los que actores y artistas más o menos famosos suben al escenario, hacen su número y se van, dejando paso al compañero siguiente, al compás de la batuta de un presentador entrenido y amable.Candy, pues, aparece al cabo de los años, como un viejo filme de episodios unidos entre sí vagamente por su adolescente protagonista que asediada en su candor sexual, compone un tipo más artificioso que en la novela, salvo algunos momentos en que sus encantos corporales superan el tópico en que a menudo se ve comprometida.

Candy

Dirección: Christian Marquand.Intérpretes: Ewa Aulin, Marlon Brando, Richard Burton, Walter Matthau, John Huston, John Astin, Charles Azanavour, James Coburn, Ringo Starr, Elsa Martinelli. Color 1969. Comedia. EE UU. Local de estreno: Felipe II

Es difícil de adivinar qué razón poderosa o particular llevó en su día a poner al alcance de Marquand empresa tan delicada y costosa, habida cuenta de los abundantes y reconocidos talentos que en Hollywood son capaces de llevar a buen puerto una comedia, pero el caso es que esta novela famosa en su día, plena de humor e ironía, ha ido a parar a unas manos cinematográficas bastante torpes cuando no desangeladas.

De todos modos hay momentos en que grandes actores como Matthau o Brando asoman la cabeza entre los restos del naufragio. Son los pasajes mejores, aquellos en que la sátira sexual se enfrenta a la medicina de los monstruos sagrados, a las famosas virtudes americanas, a las filosofías orientales, importada, o los poetas de talonario y giras en Mercedes, todo dentro de un espíritu entre cínico y cordial que recuerda los mejores momentos de la novela. Esta, por su parte, también intenta a ratos salvarse, pero es inútil. Los errores en cine, como en la vida, se pagan y es justo que así sea, sobre todo cuando, como en este caso, el fracaso viene de un mal planteamiento, es decir, de un error de productores.

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