Tribuna:

Toreros de plazas sin palcos

«El que no sepa torear a una mano con el capote -decía Fernando El Gallo- es torero de plazas sin palcos.» Bueno, pues, en tal caso, casi todos los toreros de la actualidad, y más concretamente los subalternos -que están obligados a practicar esta modalidad- lo son de plazas sin palcos; es decir, sin categoría, que ese significado es el que quiso dar El Gallo a su figura retórica.El manejo del capote a una mano fue la técnica primitiva del toreo, cuando éste aún no era arte y quizá ni siquiera técnica. Pero cuando ya tuvo su técnica, porque la experiencia había permitido fijar reglas y ...

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«El que no sepa torear a una mano con el capote -decía Fernando El Gallo- es torero de plazas sin palcos.» Bueno, pues, en tal caso, casi todos los toreros de la actualidad, y más concretamente los subalternos -que están obligados a practicar esta modalidad- lo son de plazas sin palcos; es decir, sin categoría, que ese significado es el que quiso dar El Gallo a su figura retórica.El manejo del capote a una mano fue la técnica primitiva del toreo, cuando éste aún no era arte y quizá ni siquiera técnica. Pero cuando ya tuvo su técnica, porque la experiencia había permitido fijar reglas y el ejercicio habitual de éstas pudo dar paso al arte, el toreo a una mano no fue excepción: experimentó la misma evolución que las demás suertes.

Los matadores lo practicaban, y lo mejoraron para crear nuevos lances -largas, recortes, etcétera-, pero quedó reservado en exclusiva para los subalternos, hasta el punto que los propios reglamentos les prohíben taxativamente manejar el capote a dos manos, salvo muy concretas excepciones.

Y así fue siempre, en toda la historia del toreo, la actual incluida, hasta estos novísimos tiempos en que el repertorio de lances, desde la fundamental verónica hasta los de adorno, ha caído en desuso, porque los matadores no saben ejecutarlos. Y los subalternos les suplen para instrumentar verónicas a su vez -muy toscas, muy movidas- con abandono total del toreo -a una mano.

De manera, que aquello que los reglamentos marcan como excepción es ahora regla: los peones torean siempre a dos manos, salvo casos aislados y m'uy concretos. Pierde la fiesta, también aquí, repertorio en el toreo de capa, y también aquí la lidia se desnaturaliza. La función del peón no debe ser más que auxiliar del matador. Parará a los toros cuando éste se lo mande y los correrá por derecho, sin recortarles, lo cual es práctico que se. haga a una mano. De esta forma el peón no modifica en absoluto la condición del toro, que es tarea de la competencia del matador.

A muchos les parecerán cuestiones bizantinas estas observaciones, cuando es una realidad que muchos matadores de alternativa son incapaces de dar una verónica como es debido. Pero no es así: el día que un peón salga a parar al toro a una mano con la técnica y el arte que eran corrientes hace sólo unos años y se vea obligado a desmonterarse para recoger la ovación del público, el matador tendrá que superarse y mejorar el trabajo de su subalterno. Mientras tanto -lo vemos todos los días en Las Ventas, en las ferias- unos y otros (insistimos, salvo excepciones) pegan telonazos de acá para allá y se justifican con salero: los subalternos dicen que es para no hacerse notar; los matadores, que se reservan para la muleta. Y no hay quien se lo crea, claro.

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