La gratuidad de la enseñanza, aún lejana

En relación con la gratuidad de la enseñanza, Iñigo Cavero, ministro de Educación y Ciencia, declaraba recientemente a Ultima hora, de Mallorca: «Hemos conseguido la gratuidad en EGB y la estamos extendiendo al BUP, y si me dan dinero quiero ampliarla al campo preescolar. De lo contrario, los niños de las familias mejor dotadas acceden a la EGB con la ventaja de un tipo de enseñanza de la que no pueden disfrutarlas clases con menos disponibilidades económicas.»

Tan optimistas declaraciones resultan particularmente sorprendentes, sobre todo si se tienen en cuenta las conclusiones a las q...

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En relación con la gratuidad de la enseñanza, Iñigo Cavero, ministro de Educación y Ciencia, declaraba recientemente a Ultima hora, de Mallorca: «Hemos conseguido la gratuidad en EGB y la estamos extendiendo al BUP, y si me dan dinero quiero ampliarla al campo preescolar. De lo contrario, los niños de las familias mejor dotadas acceden a la EGB con la ventaja de un tipo de enseñanza de la que no pueden disfrutarlas clases con menos disponibilidades económicas.»

Tan optimistas declaraciones resultan particularmente sorprendentes, sobre todo si se tienen en cuenta las conclusiones a las que, sobre este tema de la gratuidad, llegaba el informe de la comisión evaluadora de la Ley General de Educación, que se dio a conocer el pasado mes de octubre. A este respecto, dicho informe establecía con toda claridad que la gratuidad de la Enseñanza General Básica no era una realidad, previéndose en aquel momento que, para alcanzarla, sería necesario aumentar las subvenciones en una cifra de 68.264 millones.Si bien es cierto que en el presente curso se han aumentado considerablemente las dotaciones económicas, sobre todo para los centros no estatales, no puede olvidarse que, además de no haberse llegado a esas cifras que el informe preveía, tampoco se ha corregido la cifra del medio millón de niños mal escolarizados que la comisión evaluadora encontraba al comienzo del pasado curso. Y sin pretender agotar el tema, hay una serie de hechos que revelan lo lejos que la EGB se encuentra del ansiado objetivo de la gratuidad.

Todavía no han desaparecido las permanencias, que los padres de familia siguen pagando en la mayoría de los centros estatales. Pese a las reiteradas prohibiciones oficiales, continúan cobrándose cantidades importantes en concepto de matrícula. Los libros de texto, con unos precios en continuo ascenso, siguen siendo abonados en su totalidad por los alumnos. Al principio de este curso se convocaron ayudas para este fin, sólo para los alumnos de la segunda etapa, de una cuantía de mil pesetas, que no han sido abonadas. Continúa pareciendo una aspiración inalcanzable la reducción de la cifra mínima de cuarenta alumnos por profesor, desoyendo la petición unánime de los profesores y la recomendación de la UNESCO, que señala como ideal la de veintiocho. Pero, además, si la gratuidad no ha de estar reñida con la calidad, habrá que hacer mención de la escasa inversión en material escolar. No hay laboratorios de idiomas, ni de física y química, ni equipos para la Formación Pretecnológica. De hecho, esta última asignatura, de vital importancia, existe sólo nominalmente en nuestras escuelas. Por otra parte, es urgente que se incorporen a los cuadros inocentes de la EGB profesores especializados en música, formación artística, expresión corporal, educación física, la propia formación pretecnológica; porque es absurdo pretender que todos los maestros dominen todas esas técnicas y modalidades, profundamente educativas, que no pueden seguir siendo consideradas como un adorno sin sustancia. Los niños se aburren lamentablemente en la escuela porque ésta sigue encerrada en las cuatro eternas y rutinarias paredes de la lengua, las matemáticas, las ciencias sociales y las ciencias naturales, ofrecidas siempre desde una perspectiva libresca. Tampoco se ha avanzado nada en el terreno de la orientación escolar, pues los gabinetes sicotécnicos, que debieran ser obligatorios en todos los centros docentes, funcionan con carácter privado, como un negocio, y con unos precios prohibitivos. Y qué decir del perfeccionamiento del profesorado.

A la vista de todas estas realidades, unos pocos meses después de que la Comisión de Evaluación de la Ley General de Educación hiciera público su informe, no sólo sorprenden esas declaraciones del señor Cavero, sino que no se comprende la tardanza del Ministerio en exponer, de manera explícita, cuáles van a ser las medidas concretas que se van a tomar para hacer frente a los problemas detectados por aquella comisión y hasta qué punto van a ser tenidas en cuenta las sugerencias y soluciones propuestas por la misma.

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