Esfuerzo norteamericano para intensificar el control de la proliferación nuclear

El presidente Carter nombró ayer embajador especial a un antiguo colaborador de Richard Nixon, y le encargó dirigir la ofensiva diplomática norteamericana contra la proliferación atómica. Una de las misiones del nuevo embajador será renegociar los acuerdos vigentes sobre energía nuclear que existen entre Estados Unidos y una treintena de países, entre ellos España.

Gerard C. Smith, de 63 años, es un abogado de Washington que desempeñó puestos gubernamentales en varias ocasiones durante los últimos veinticinco años.Al igual que Carter y otros dieciséis miembros de su Gobierno, Gerard Smi...

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El presidente Carter nombró ayer embajador especial a un antiguo colaborador de Richard Nixon, y le encargó dirigir la ofensiva diplomática norteamericana contra la proliferación atómica. Una de las misiones del nuevo embajador será renegociar los acuerdos vigentes sobre energía nuclear que existen entre Estados Unidos y una treintena de países, entre ellos España.

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Gerard C. Smith, de 63 años, es un abogado de Washington que desempeñó puestos gubernamentales en varias ocasiones durante los últimos veinticinco años.Al igual que Carter y otros dieciséis miembros de su Gobierno, Gerard Smith pertenece a la comisión trilateral, un club de políticos, universitarios y financieros creado hace tres años por David Rockefeller para estrechar lazos entre los vértices del «mundo trilateral» (Norteamérica, Europa y Japón').

En términos generales, el nuevo negociador del presidente Carter intentará que los países que se benefician de la tecnología nuclear norteamericana, y entre ellos España, accedan a las siguientes condiciones: control por Estados Unidos del combustible atómico utilizado en reactores made in USA, aunque el combustible proceda de otro país; compromiso de los países que reciben uranio enriquecido de Estados Unidos de no realizar explosiones atómicas, ni siquiera con propósitos pacíficos; control por Estados Unidos de los residuos atómicos procedentes de las centrales, y control también sobre la transferencia a terceros países de tecnología, o combustible, que tenga su origen en Estados Unidos.

España, que depende de la tecnología norteamericana para la gran mayoría de su programa atómico, tiene firmado un «convenio de uso pacífico de energía atómica» con Estados Unidos desde la década del cincuenta, aunque fue renegociado en 1974.

Otra nueva negociación de este acuerdo para el futuro inmediato se daba como segura en medios bien informados, que señalaron incluso la existencia de varios acuerdos provisionales que se incluirán en el próximo. Las dificultades con que se encontraron los fabricantes norteamericanos de tecnología atómica para conseguir licencias de exportación con destino a España habrían impulsado a la firma de estos acuerdos provisionales.

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La misión de Gerard Smith se considera muy difícil, incluso en los medios más optimistas, que ven prácticamente imposible que los aliados occidentales de Washington renuncien al control de los residuos nucleares, o al desarrollo de los reactores «reproductores», que funcionan con plutonio y crean más combustible del que consumen.

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