Tribuna:

Significado de la reducción de armas estratégicas

Las primeras conversaciones sobre limitación de armas estratégicas (nucleares) entre USA y la URSS desembocaron, después de serias dificultades, en mayo de 1972, en la firma de dos tratados fundamentales: uno sobre armamento ofensivo y otro sobre armas defensivas. Se partió de la base de que no se podía destruir material ya existente, lo que hace que no sean acuerdos de desarme, sino de fijación de un techo al armamento nuclear.En los últimos años se había acelerado la carrera de armamentos, debido a la aparición de los cohetes de largo alcance y de los sistemas antimisiles. Una carrera de arm...

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Las primeras conversaciones sobre limitación de armas estratégicas (nucleares) entre USA y la URSS desembocaron, después de serias dificultades, en mayo de 1972, en la firma de dos tratados fundamentales: uno sobre armamento ofensivo y otro sobre armas defensivas. Se partió de la base de que no se podía destruir material ya existente, lo que hace que no sean acuerdos de desarme, sino de fijación de un techo al armamento nuclear.En los últimos años se había acelerado la carrera de armamentos, debido a la aparición de los cohetes de largo alcance y de los sistemas antimisiles. Una carrera de armamentos defensivos habría llevado a una carrera de armamentos ofensivos. La razón de ello se debe a que existe un límite natural para el stock de armas ofensivas: el nivel a partir del cual se puede arrasar la totalidad del territorio controlado por el adversario. Al hacer disminuir el rendimiento de las armas ofensivas, el sistema de misiles antibalísticos puede elevar indefinidamente este límite. Por las SALT I se limitaban a dos los lugares en que cada país podía establecer un sistema defensivo.

Tres son las premisas principales para la interpretación de aquellos tratados: el reconocimiento de la paridad entre las dos grandes potencias, el primado de la disuasión anticiudades y la tendencia a la contractualización. Estos tres aspectos están ligados por un equilibrio que se basa en la destrucción asegurada que puede inflingir el agredido al agresor y en la limitación de los daños que éste puede causar. Ya se abandona la idea de que para ganar un conflicto nuclear hay que ser más fuerte que el adversario; ahora basta no estar muy por debajo de él. No se trata, pues, de un problema de igualdad o superioridad sino de igual seguridad.

El proteger a las ciudades podría parecer amenazante, pues indica la voluntad de disparar el primero (defendiéndose de una posible réplica). Por ello, el tratado sobre armamento defensivo elimina esta posibilidad al limitarlo. Esto entra dentro de la teoría llamada MAD (en sus siglas inglesas significa «loco») o destrucción mutua asegurada, según la cual hay que defender los misiles y amenazar a las poblaciones. Se protegen los centros de mando y se desplaza el equilibrio estratégico hacia el mar. La estabilidad nuclear se basa en la invulnerabilidad de las fuerzas y en la vulnerabilidad de las poblaciones que se toman como rehenes recíprocos. Con estos planteamientos vemos que las armas ofensivas de un primer ataque deben ir dirigidas a la destrucción de armas. Esto obliga a una precisión extrema en los misiles. Un gran cambio cualitativo, que supone grandes presupuestos en armamentos.

La novedad de las SALT I es que reflejan la «concordancia adversaria», idea que C. Bell define con cuatro elementos: el intercambio de rehenes, la vigilancia recíproca, una ideología estratégica común y una cierta preponderancia de potencia hacia el statu quo. Las SALT I significaron también un triunfo del desacoplamiento, que consiste en separar las. negociaciones de los intereses comunes y sus peripecias circunstanciales. En el momento de la firma de los acuerdos SALT I se estaba bombardeando Hanoi y minando Haipong. Pero este desacoplamiento puede tener también otro significado: el de separar los intereses de las dos grandes potencias de los de sus aliados. Un triunfo de la bipolarídad. ¿Qué nos reservan las SALT II?

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