Crítica:MUSICA

Recital Liszt, de Zoltan Kocsis

El último programa de la serie de Ibermúsica, estaba íntegramente dedicado al piano de Liszt. Entre los grandes románticos, es posiblemente este compositor el que atraviesa un momento de menos prestigio, el que está menos de moda, posiblemente el peor conocido; y, sin embargo, su música encierra un mundo mucho más interesante de lo que se suele pensar.El concierto se abría con la transcripción de la Quinta de Beethoven. Liszt es el más grande transcriptor de la historia (realizó unas novecientas), y esta adaptación consigue en ocasiones lo imposible por definición: que la escritura resu...

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El último programa de la serie de Ibermúsica, estaba íntegramente dedicado al piano de Liszt. Entre los grandes románticos, es posiblemente este compositor el que atraviesa un momento de menos prestigio, el que está menos de moda, posiblemente el peor conocido; y, sin embargo, su música encierra un mundo mucho más interesante de lo que se suele pensar.El concierto se abría con la transcripción de la Quinta de Beethoven. Liszt es el más grande transcriptor de la historia (realizó unas novecientas), y esta adaptación consigue en ocasiones lo imposible por definición: que la escritura resulte pianística. Esta obra tiene un evidente atractivo debido a su virtuosismo desorbitado y a su sabor decimonónico (hay que situarse en el momento histórico, en que esta obra asombraría igual que en Mannheim un crescendo ponía en pie al público). Pero su interés rebasa esto, y es el tratamiento experimental que hace Liszt del piano, la búsqueda de un piano como factotum, como vehículo completo, que conduce al piano orquestal de los Cuadros de una exposición, orquestal aunque no hubiera sido orquestado. Semejante fenómeno existe en la imitación de la orquesta cíngara (con sus cymbalion y violines) de la Rapsodia húngara número 11 (tan romántica por su nacionalismo, folklorismo, por su gusto por lo exótico). Otra muestra de la constante búsqueda de Liszt, de ese, querer ir más allá (que nos lo acerca de algún modo a músicos tan interesantes como Scriabin), la encontramos en los hallazgos tímbricos de Venecia y Nápoles, tan impresionistas, próximos al Debussy de las sonoridades acuáticas.

Programa: Liszt

Intérprete: Zoltan Kocsis (piano). Ciclo grandes intérpretes. Teatro de la Zarzuela. Día 23.

Y junto a todo esto, el mundo, rico y profundo de los últimos años, de la época mística que comienza en 1860 y que crea las grandes obras religiosas, el piano sombrío, hermético, introvertido de Nuages gris, o de Unstern, semejante al Brahms maduro.

Toda esta riqueza fue puesta de manifiesto por Kocsis, pianista de asombrosa técnica (por nitidez, virtuosismo, sonido, juego de pedal) y notable musicalidad. Músico enérgico, directo, demostró en todo momento gusto y sensibilidad, si bien pudo faltar cierto intimismo en algún momento (Gondoliera de Nápoles y Venecia, por ejemplo).

El éxito fue muy grande, y Zoltan Kocsis, en un alarde de generosidad, regaló todo un concierto: una paráfrasis de Liszt sobre Wagner (obra espléndida, interpretada magistralmente), la Polonesa en Do sostenido menor de Chopin, el Impromptus en Si biemol de Schubert, y el coral Jesu bleibet meine Freude de la Cantata 147 de Bach.

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