Tribuna:

Un poco de historia

Forzado a vivir del teatro, olvidándome a la fuerza -por consecutivas e inapelables prohibiciones- de mi labor dramatúrgica y literaria, he tenido que integrarme a la historia, ya tardía, de esa posguerra en el plano exclusivo de la «ilustración» teatral. O sea, de la escenografía entendida como generalmente se ha entendido en estos pasados tiempos ( ... )

Cuando en 1965, poco más o menos, vuelvo a España para quedarme, veo con nitidez que la evolución toda del teatro va, por causas conocidas de todos, con un atraso probablemente imperceptible, si se tiene en cuenta que muchas de las má...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Forzado a vivir del teatro, olvidándome a la fuerza -por consecutivas e inapelables prohibiciones- de mi labor dramatúrgica y literaria, he tenido que integrarme a la historia, ya tardía, de esa posguerra en el plano exclusivo de la «ilustración» teatral. O sea, de la escenografía entendida como generalmente se ha entendido en estos pasados tiempos ( ... )

Más información

Cuando en 1965, poco más o menos, vuelvo a España para quedarme, veo con nitidez que la evolución toda del teatro va, por causas conocidas de todos, con un atraso probablemente imperceptible, si se tiene en cuenta que muchas de las más importantes producciones teatrales admiradas en el extranjero podían, sin excesivo esfuerzo, ser mimetizadas desde aquí. No sin añadir algo de positivo y típico de la imaginacion teatral que, en realidad, poseen los españoles...... Haciendo un poco de historia, antes de la posguerra, nos damoscuenta que Martínez Sierra con su intento de «un teatro de arte» halla límites a su realización en España, pero no a su ambición. Los pocos directores que de algún modo se afirman en aquel tiempo sólo encuentran límites materiales y no profundamente ideológicos, de represividad y de aislamiento. Por ello, los escenógrafos como Burman, Fontanals, el propio «naif» Bartolozzi, Barradas, Ontañón, etcétera, nos dan una impresión de esponjosidad y apertura hacia las tendencias estilísticas acordes con su tiempo. Ahora es difícil sentenciar si su trabajo era absoluta o típicamente innovador, pero en el talante de algunas de aquellas escenografías de que tengo conocimiento no falta libertad interpretativa, osadía, experimentación. incluso una notable diversidad.(...) Sin embargo, tras la guerra, toda posible vanguardia queda descartada hasta lo último de la década de los cincuenta. Cuando aparece -o, mejor, reaparece- un autor de la imaginación de Jardiel, la novedad no se encuentra todavía en el concepto de objeto teatral completo y orgánico que es hoy día una puesta en escena, sino en su enfoque exclusivamente literario. Esto sucede desde Eloísa está debajo de un almendro a Tres sombreros de copa, de Mihura. Noes porello necesario que la plástica no sea otra cosa que naturalista, funcional Aunque hubiera podido ser lo contrario: expresionista y orgánica. Emanación del concepto interpretativo de un director o de un equipo de técnicos imprescindible hoy día. ( ... )

Los límites impuestos

... Pero la movilidad de los tiempos -o del tiempo- se activa pre cisamente por esos años sesenta. Conseguida una calidad formal muy apreciable, nuestro, teatro -desde sus más profundas raíces- continúa sufriendo una represión de la que por otra parte, ya se tiene una plena consciencia que desazona a todos aquellos que seriamente intentan renovar algo en la escena. Es decir, se tiene plena y angustiosa conciencia de lo que como límites impone la superestructura teatral española. De este «impasse» no podemos salir ninguno de los que por entonces nos consideramos escenógrafos, porque «el encargo» se fija por bastantes años de conflictividad política, a primera vista poco perceptible, en un determinado tipo de teatro comercial. Comercial, incluso si se intentan puestas en escena de carácter supuestamente minoritario. La situación política congela nuestro trabajo en virtuosismos y calidades materiales que son periféricas a la verdadera experimentación, que sólo puede venir de la aceptación sin reservas censoras de espectáculos contemporáneos de nuevos autores.

En verdad, sólo el teatro independiente -prescindiendo de la profesionalidad y hasta de la «belleza»- revierte positivamente la idea que al escenógrafo se le imponía desde «arriba». Desde la «comercialidad» del teatro, asimismo congelada en mimetismos de mayor alcance y ambición. Pero mimetismo al fin. La pobreza y el feísmo, la torpeza y economía de medios vienen, sin embargo, a aclarar que el teatro no puede ser simple eficacia técnica. Pero los artistas aceptados por su eficacia y buen hacer no pueden por entonces demostrar -les es prácticamente imposible- su disponibilidad para el cambio. Teatro comercial y teatro independiente se rechazan mutuamente y, además, la Administración entorpece cuanto es posible la marcha de los independientes hasta el punto de «congelar» en algún momento su aspecto externo, fijándolo en unos límites casi imposibles de transgredir. Y, sin embargo, es de lamentar que algunas imágenes propuestas por los independientes no se hallen verdaderamente representadas en la presente exposición por falta de material disponible. Y esta rápida ojeada sobre el desarrollo de nuestra escenografía debe en puridad terminarse por un juicio necesariamente ambiguo...

El interés material, incluso la belleza intrínseca de algunos trabajos, son evidentes. Evidente, pues, la disponibilidad del artista español para el trabajo teatral. Y, por otro lado, las propuestas teóricas o conceptuales de vanguardia, en el pleno sentido de la palabra, no pueden ser numerosas porque el «encargo» de la comunidad espiritual no se ha realizado a los niveles que los propios artistas, individualmente, estaban dispuestos a astímir. La balanza se mantiene en el fiel de un logro y de una frustra ción a partes iguales...

... En verdad se debe decir que el «teatro de hoy» en el mundo no es «mucho más» de lo que aquí se puede ver en cuanto a calidad y funcionalidad. Pero lo poco más que, sin duda, falta -algo dificílmente explicable en este espacio de que disponemos-, tiene un valor muy respetable. Valor al que probablemente se pueda acceder sin excesivos esfuerzos mediante el ejercicio de una libertad de todos los sistemas expresivos que vayan surgiendo sin las trabas administrativas y dogmáticas a las que ha estado sometida la escena espanola de nuestra larguisima posguerra...

Para medir nuestra impotencia, baste decir que hasta ahora ha sido casi imposible transformar el espacio cerrado, a la Italiana, en teatro abierto a espacios y disposiciones, a veces insólitas por necesarias. Pero inviables, segúp la legislación todavía vigente con relación a los locales destinados al espectáculo teatral. A la vez, esto mismo puede ser un motivo para el aprecio de la calidad y la «curiosidad» de m.uchos de los trabajos expuestos en esta panorámica del teatro español que sólo nos ha sido «posible» hacer y que es promesa de un desarrollo más prometedor...

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En