Crítica

Marcos Yrizarry

La exposición de Marcos Yrizarry sirve ante todo (y al margen, posiblemente, de sus cuidados) para poner de manifiesto el influjo de Matisse y de Léger en las últimas manifestaciones del pop americano: la tajante planimetría del uno y la sistemática (o mecánica o maquinista) sección de los colores puros con que el otro llevó a buen puerto su particular concepción del cubismo, más allá del cubismo.Sirve también de concentrada antología o complexión de todos aquellos artistas (desde el constructivismo holandés y el orfismo galo hasta el antedicho y decadente pop made in USA)...

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La exposición de Marcos Yrizarry sirve ante todo (y al margen, posiblemente, de sus cuidados) para poner de manifiesto el influjo de Matisse y de Léger en las últimas manifestaciones del pop americano: la tajante planimetría del uno y la sistemática (o mecánica o maquinista) sección de los colores puros con que el otro llevó a buen puerto su particular concepción del cubismo, más allá del cubismo.Sirve también de concentrada antología o complexión de todos aquellos artistas (desde el constructivismo holandés y el orfismo galo hasta el antedicho y decadente pop made in USA) que se valieron del cromatismo esencial (colores puros y complementarios) en la interpretación de un mundo unitario e interiorizado, en sus orígenes, y que paulatinamente se fue desmadrando, puertas afuera.

Marcos Yrizarry

Galería Egam, Villanueva, 29

La exaltación del color, su yuxtaposición aquilatada (área por área y límite tras límite) hasta verse convertido, sin más, en pura forma. El matissiano plano por el plano, la tonalidad expansiva del último Léger (e incluso la remota interdistancia cromática de Mondrian) danzan y revolotean. esta especie de puzzle que Marcos Yrizarry acaba de ofrecernos con antológico recuerdo ajeno.

Nombres y experiencias de otros, y no poco conocidos, saltan, aquí y allá, de las maderas que con paciencia encomiable (y relativo buen acabado) ha urdido y adosado a las paredes nuestro artista. No parece sino la exposición de una exposición, el muestrario o catálogo de felices experiencias ajenas, hábilmente entramadas y movidas (tampoco se le ha escapado la ficción del movimiento) por Marcos Yrizarry.

Es como si, partiendo del último pop, quisiera Yrizarry desandar lo históricamente andado por otros, para encontrar en las fuentes primigenias la presunta legitimidad de su expresión. Un largo camino que nos trae la resonancia de Richter, de Magnelli, de Servranchs, de Baumeister, de Delaunay, del mismísimo Kandinsky.... hasta dar, a través del plano. matissiano, con las premoniciones de Léger.

Y dos graves objeciones. Por un lado, la pintura de Yrizarry, planteada como puro fenómeno en el plano, va adquiriendo corporeidad real en el entramado de las maderas que conforman todas y cada una de sus criaturas. Cuando, de otro lado, las maderas cierran un espacio tridimensional, la pintura, aunque plana, concluye por ser externo decorado del volumen (algo así como una escultura alegremente coloreada).

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