Crítica:CINE /"KING KONG"

El mito deteriorado

Las clasificaciones morales de películas son siempre inescrutable y exigen una fe poderosa para su aceptación, aunque en el caso de King Kong (repleto de violencia, terror y asesinatos) sea un poco ex- cesivo confinarla a los espectadores infantiles. No hablo del erotismo más que evidente emanado de las relaciones entre la guapa prota- gonista y el famoso gorila porque constituye el único aspecto atractivo del filme y -desde mi punto de vista- mucho menos perjudicial para los pequeños que la visión de golpes, disparos y agresiones sin cuento. La escena culminante de la primera versión -...

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Las clasificaciones morales de películas son siempre inescrutable y exigen una fe poderosa para su aceptación, aunque en el caso de King Kong (repleto de violencia, terror y asesinatos) sea un poco ex- cesivo confinarla a los espectadores infantiles. No hablo del erotismo más que evidente emanado de las relaciones entre la guapa prota- gonista y el famoso gorila porque constituye el único aspecto atractivo del filme y -desde mi punto de vista- mucho menos perjudicial para los pequeños que la visión de golpes, disparos y agresiones sin cuento. La escena culminante de la primera versión -escamoteada por la censura a los espectadores de entonces- era, sin duda, el momento en que el mono empezaba a desnudar a la chica, en un lógico afán por averiguar cómo estaba hecha. Dino de Laurentiis ha imaginado una hábil éstratagema para insinuar estos delicados acontecimientos sin llegar a mostrarlos por completo, gracias a la oportunísima llegada de un censor, disfrazado de serpiente gigante, con lo que la moral tradicional queda a salvo.Todas estas consideraciones, más o menos marginales, no impiden que King Kong sea una de las obras cumbres del cine erótico v fantástico, pero no en está versión colosalista, sino en la primera de Meriam Cooper y Ernst Shoedsack, realizada en 1933. Esta nueva incursión se parece más a las películas japonesas de monstruos que a su famosa antecesora. Ni siquiera los 140 millones de pesetas invertidos han logrado dar una mínima credibilidad a la bestia mitológica, ahora robotizada y rellena de hábiles dispositivos. Johnn Guillermin, directamente salido de El coloso en llamas, acierta a ofrecer una decorosa dignidad industrial, pero con caídas estrepitosas en el ridículo más completo, como la escena en la que Kong seca el pelo de su amada con su poderoso aliento.

King Kong,

producida por Dino de Laurentus, con guiónde Lorenzo Semple, Jr., basado en la idea de Meriam C. Cooper y Edgard Wallace. Efectos especiales: Carlo Rambaldi, Glenn Robinson. Música: Johnn Barry. Dirección: Johnn Guillermin. Fotografia: Richard H. Kline. Intérpretes: Jeff Bridges, Jessica Lange, Charles Brodin. Estreno: Palacio de la Música.

El conocido productor italiano, ahora trasplantado a Estados Uni-dos, ha conseguido ni más ni menos que un gran superespectáculo navideño y familiar, destinado a ser consumido urgentemente -la publicidad es inequívoca- en todo el mundo, con estreno- simultáneo en más de 2.000 salas. Dino de Laurentiis es un hombre muy listo que conoce como nadie las características de la mercancía que ha fabricado, expuesta a un acelerado deterioro si no es explotada urgentemente. Este Kíng Kong 76, pues, es el híbrido resultante de cruzar el recuerdo de un clásico inolvidable con un multimillonario producto rescatado del género catastrófico.

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