Tribuna:COMUNICACION

Las olimpíadas: un nuevo lenguaje visual

Las olimpiadas constituyen un hecho cultural de amplísimas resonancias que no se pueden reducir a una fórmula única ni valorar con un simple juicio, porque sus implicaciones y alcances son tan hondos y complejos -para bien y para mal- que sería injusto resumirlas en una sola afirmación definitiva. Además de sus aspectos directamente deportivos existen una multitud de puntos de vista que las configuran como un fenómeno auténticamente excepcional, y entre ellos está el lenguaje visual diseñado para cada olimpiada, testimonio elocuente de la eficacia comunicativa de los signos gráficos sobre cual...

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Las olimpiadas constituyen un hecho cultural de amplísimas resonancias que no se pueden reducir a una fórmula única ni valorar con un simple juicio, porque sus implicaciones y alcances son tan hondos y complejos -para bien y para mal- que sería injusto resumirlas en una sola afirmación definitiva. Además de sus aspectos directamente deportivos existen una multitud de puntos de vista que las configuran como un fenómeno auténticamente excepcional, y entre ellos está el lenguaje visual diseñado para cada olimpiada, testimonio elocuente de la eficacia comunicativa de los signos gráficos sobre cualquier otro de los códigos verbales de las lenguas de cultura. Para muchos observadores esta evidente supremacía de las imágenes sobre la escritura habitual supondría una auténtica regresión en el sentido de que los organizadores de la olimpiada formarían -dentro de este planteamiento- la pereza de los lectores ante los signos gráficos frente a la inteligencia supuesta ante los alfabéticos. El problema no es de fácil resolución, precisamente por arrancar de un planteamiento falso, por oponer de salida dos opciones -imágenes y palabras- perfectamente legítimas, con campos claramente delimitados y con infinitas posibilidades de colaboración mutua. Suplantar los textos con dibujos y fotos o viceversa, revela un entendimiento muy limitado de las respectivas misiones. Las olimpiadas han sido, en este sentido -y es muy posible que continúen siendo-, un excepcional campo de pruebas para llevar al límite las posibilidades comunicativas exclusivamente centradas en las imágenes aisladas, desde el mismo emblema de la celebración -los cinco aros enlazados, rediseñados otra vez para caracterizar a esta Olimpíada 76 de Montreal- hasta los gráficos representativos de cada una de las pruebas, dibujados, exclusivamente para esta ocasión, y que se han hecho familiares e inconfundibles no sólo para miles de asistentes y participantes en los juegos, sino a los cientos de millones que los siguen por televisión y las páginas de todos los periódicos y revistas del mundo.

Hasta que estos lenguajes gráficos fueran relanzados por las olimpladas contábamos, sobre todo, con el código de la circulación, abundante en signos visuales, pero nuestra civilización va afirmando la práctica de emplearlos en sustitución o alternancia con el uso de textos escritos. Esta práctica visual, fluctuante y discontinua, sometida a continuos parones motivados por mala conciencia cultural y por una indecisión sobre el papel real de la imagen en la sociedad contemporánea, ha llegado a una cierta consolidación en esta olimpiada, en la que los diseñadores anónimos, autores de los dibujos, han llevado al límite la capacidad de esencializar los gráficos, en una línea de abstracción geométrica que recoge los trazos mínimos de cada deportebuscando, sobre todo, la diferenciación instantánea con el resto. Se trata de una actitud muy coherente que ha llevado a la creación de un auténtico sistema propio de expresión visual; comprensible para cualquier habitante del planeta, pese a su superficial elementalidad en el trazo, que esconde profundas y largas investigaciones previas hasta llegar a un .inventario de trazos inequívocos totalmente claros y directos. Cada olimpiada, desde las de 1960 en Roma, hasta las de Tokio y Munich, han supuesto pasos adelante en esta tarea gráfica de reducir la complejidad de los dibujos realistas del comienzo hasta unos gráficos rígidamente codificados, donde cada una de las líneas y manchas ha alcanzado un estadio antinaturalista y geométrico difícilmente superable, sin perder, sin embargo, su frescura y atractivo, junto a una gracia expresiva inconfundible, que son las principales claves de su arraigo popular.

La comunicación visual ha alcanzado en estas olimpladas del 76 unas cotas que no han sido resaltadas -en mi opinión- como merecen sus autores, pero sí se ha logrado un hecho práctico irrebatible: que cientos de millones de seres humanos de costumbres, ideologías y aspiraciones distintas se comprendan entre sí.

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